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José Simó nos envia un extraordinario COMENTARIO sobre el Anillo. Gracias.

DER RING DES NIBELUNGEN (El Anillo del Nibelungo) Festival escénico con una velada preliminar y tres jornadas

COMENTARIOS José Simó

EL ORO DEL RHIN – DAS RHEINGOLD (Prólogo en un acto)

INTRODUCCION

El “Anillo” es una creación sorprendente, tanto por su extremada longitud como por la asombrosa manera con que Wagner logra hilvanar esta obra desmesurada en base a unos recursos musicales que, por su rotunda modernidad, prácticamente agotan la “opera” decimonónica –de la que Wagner abomina-, aunque haya que esperar a la “Elektra” de Richar Struss para que este fenómeno quede totalmente evidente. En palabras de Martín Triana, se trata “sin duda alguna, la obra más ambiciosa de toda la historia de la música”. Esta obra desmesurada está dividida en un prólogo y tres “jornadas” que, en el plan de Wagner, deberían representarse en días consecutivos: El Oro del Rhin, La Valquiria, Sigfrido y el Ocaso de los Dioses son los títulos de cada una de estas partes. No es exagerado decir que es la “obra de toda una vida”, Wagner trabajó en ella es de 1852 a 1857 y desde 1869 hasta 1874. En definitiva doce años de trabajo entreverado por obras tan fundamentales como “Los Maestros Cantores” o “Tristan e Isolda”. Como es habitual en él, escribió también el “libro”, anotándolo profusamente con detalladísimas acotaciones escénicas que describían minuciosamente escenas “imposibles”: “Al pasar frente al palacio Vendramin-Calergi notaron... que varias figuras negras –caballeros de frac, mujeres veladas como plañideras antiguas- llevaban, hacia una góndola negra, un ataúd con fríos reflejos de bronce. –Es de un músico alemán que murió ayer de apoplejía –dijo el Barquero, parando los remos- : Ahora se llevan los restos a su patria. Parece que escribía óperas extrañas, enormes, donde salían dragones, caballos volantes, gnomos y titanes, y hasta sirenas puestas a cantar en el fondo de un río. ¡Díganme ustedes! ¿Cantar bajo el agua! Nuestro Teatro de la Fenice no tiene tramoya ni máquinas suficientes para presentar semejantes cosas”. No erraba el sentencioso barquero que transportaba, en su no menos negra góndola, a los amodorrados músicos Händel y Vivaldi, y al indiano Montezuama con su criado Filomeno, surcando los canales de la mítica y ucrónica Venecia del “Concierto Barroco” de Alejo Carpentier. Ni la Fenice ni ningún otro teatro era capaz de escenificar todo lo que el texto requería. Wagner lo sabía, y no cejó hasta que consiguió que se construyeses un teatro a su medida para representar tan sólo sus obras: El Teatro de los Festivales de Bayreuth. Pero esta es otra historia. Volviendo al “Anillo”, la arquitectura musical que sostiene el vasto edificio se fundamenta en el uso continuo, repetido y, a la vez, variado del “leitmotiv”. Estos “motivos conductores” no llegan a ser “temas” – aunque así se les suele llamar-: son rotundos, siempre cortos, para que, a pesar de la enormidad de las proporciones, el espectador los distinga, claramente. Caracterizan tanto personajes como situaciones e, incluso, meras ideas. Su repetición a través de toda la obra, los distintos aspectos que van tomando y la relación entre ellos trazan, de manera increíblemente efectiva, todo un “meta-argumento” que comenta, explica y desentraña el “argumento” que cantan-declaman los interpretes. De esta manera, las a veces larguísimas peroratas explicatorias con las que el Wagner-poeta parece suplantar al Wagner-músico, se hacen inteligibles incluso para aquellos que todo lo desconocemos del idioma alemán. Y es que Wagner en ningún momento renuncia a su condición de poeta, su “drama musical” – no ópera- es precisamente eso: una acción dramática que, apoyándose en un texto, es desarrolla por la música. No hay pues “números”. Ni arias, ni dúos, ni concertantes. Todo es un continuo musical que, de manera ininterrumpida, va desgranando la acción en base a gigantescos recitativos que cumplen tanto la vieja función de “hacer avanzar la acción” como la de expresar los sentimientos de duda, amor, odio... Puntualmente, las grandes descripciones de fenómenos naturales y sobrenaturales son confiados a una suntuosa orquesta: el descenso al país de los Nibelungos, la Cabalgada de las Valquirias, la Muerte de Sigfrido... No es un pecado detestar o aburrirse con Wagner. Le pasa a más de uno y, a más de los que están dispuestos a confesarlo, se les emploman los párpados en los prolijos y germánicos recitados con que Wagner se empeña en contarnos lo que ya sabíamos dos óperas atrás. Pero en el arte, como en el amor, no hay más remedio que zambullirse irresponsablemente en él para saber si lo que se nos abre son las puertas del cielo o del tedio. 

 

EL ORO DEL RHIN – DAS RHEINGOLD (Prólogo en un acto)

 La acción se desarrolla en el Rhin y sus alrededores, en un época legendaria, siendo todos sus personajes “no humanos”: dioses, ondinas, gigantes y enanos.

ACTO UNICO ESCENA PRIMERA

En el fondo el Rhin

Tras su inquietante preludio, el telón se levanta sobre el lecho del río en donde tres casquivanas ondinas se burlan cruelmente de las amorosas pretensiones del grotesco Alberico, un repugnante y lascivo enano: un Nibelungo raza nacida de las larvas del cadáver del gigante Imer señor del caos, derrotado por Wotan, dios supremo. El preludio se inicia por un sonido, vago, profundo, al principio casi inaudible, compuesto sobre una sola nota. Imperceptiblemente la orquesta se va enriqueciendo y “aclarando”, derivando del motivo original (MOTIVO DE LA NATURALEZA , trompas ascendentes) su primera transformación, el ondulante TEMA EL RHIN. La música se eleva así desde el profundo lecho al supuesto nado de las ninfas –TEMA DE LAS HIJAS DEL RHIN- Alberico, aún sin tema propio, es perfectamente caracterizado con un semitono a cargo de maderas graves, torpe e irascible. En la idas y venidas por los resbaladizo peñascos el chasqueado enano es cegado por un fulgurante resplandor: el Oro del Rhin. El TEMA DEL ORO, noble y pomposo, derivado del se la NATURALEZA, es expuesto por las trompas sobre un fondo de ondulantes violines y destellos del arpa. Sirve de base para el posterior himno de las ondinas. A destacar la poderosa prosodia de la voz “Rheingold! Rheingold!” Las imprudentes ondinas se lanzan a un panegírico sobre las virtudes y poderes del noble metal. No hay peligro de robo, sólo al que renuncie al amor le será Útil el tesoro y nadie en el mundo es capaz de tamaña insensatez... El sombrio TEMA DEL RENUNCIAMIENTO AL AMOR, cantado por la ondina viene acompañado por acordes de tuba y cuerdas graves. Nadie excepto Alberico. Ante los despavoridos ojos de las Hijas del Rhin el enano roba el fabuloso oro. ¿La herencia del mundo por ti ganara yo en propiedad? Si no alcanzase yo amor ¿no alcanzaré con astucia placer? Así razona el gnomo y el TEMA DEL ANILLO, derivación sombría del del ORO, simplísimo y casi escupido por los metales, aparece potente y terrible

ESCENA SEGUNDA

El día clarea en primer término una alta meseta, al fondo, separado por el valle del Rhin, un castillo de relucientes torres erigido en la cumbre. Sin solución de continuidad, la música nos transporta a una alta cumbre en donde dormitan los dioses. El interludio orquestal nos lleva de los ondulantes y oscuras aguas del Rhin a la visión de la morada de los dioses: EL TEMA DEL VAHALLA, espléndido, expuesto por las tubas y, después, trompetas y trombones. Wotan, el dios supremo, se despierta y entona un arrogante himno a su gloria, materializada en el magnífico castillo que se ha hecho construir por los gigantes: el Walhalla, el Olimpo de los dioses germanos. Molesta por la fanfarronería de su augusto esposo, Fricka diosa del vínculo matrimonial y las costumbres y tradiciones sociales –y como tal, uno de los personajes más antipático de la obra- le hace una pequeña observación: que no ha pagado a los gigantes-constructores y, lo que es peor, que el “precio” que les prometió no lo podrá satisfacer: ni más ni menos se comprometió a entregarles a Freia, la diosa de la juventud, hermana de Fricka y, lo más grave, la única de los dioses que hace fructificar las manzanas de la eterna juventud que solo los dioses comen para asegurarse la inmortalidad. Las palabras de Fricka son acompañadas por EL TEMA DEL PACTO, tema fundamental en toda la obra que alude tanto a las Leyes como a la lanza de Wotan en la que estas están grabadas. En el desarrollo del drama, este TEMA, severo y fúnebre, acompañará, como una maldición, a Wotan. Sin ese alimento, los dioses envejecerían y ... morirían. Wotan se da aires: no sabe la solución, pero.. ya se le ocurrirá algo o si no, ya se le ocurrirá al escurridizo Loge, un semidiós astuto y cínico –detestado por Fricka- que siempre le saca de los turbios asuntos en los que tantas veces el señor e los dioses se enreda. No tardan en aparecer, precedidos de una marcha bárbara, Fafner y Fasolt, los dos gigantes, a reclamar sus “honorarios”, no sin antes cantar las alabanzas de la magnífica construcción. EL TEMA DE LOS GIGANTES es de extraordinario carácter por su pesada rudeza y ritmo brutal Loge no aparece y a la suprema sabiduría de Wotan no se le ocurre otra cosa que decir que todo había sido una broma. Los gigantes no están para chascarrillos y le recuerdan, de muy malos modos, que la autoridad del dios le viene de Las Leyes, leyes intemporales que decoran la lanza de Wotan, pues el poder reside en la fuerza y eso es precisamente de lo que andan sobrados los dos titanes. A las excusas de mal pagador de Wotan se opone el TEMA DEL PACTO, ingeniosamente alterado con un contrapunto de cuerda grave y trombones, que le quitan la rotundidad y da impresión de inestabilidad. Dos dioses, Donner, dios del trueno, y Froh, dios del día, se unen a la discusión y sólo la interposición del a lanza de Wotan –esto es, de su autoridad- evita la pelea. El tema del PACTO se impone con toda su energía en los trombones. Al final aparece Loge. EL TEMA DE LOGE es de carácter tortuoso, oscilante, expuesto por violas y violoncelos. Se liga al tema del fuego, claro y chispeante, que aparecerá en la primera jornada. Loge está fielmente caracterizado: cínico, insidioso e... inteligente. Para desesperación de Wotan, el recién llegado no hace más que confirmar lo pactado con los gigantes para, luego, perderse en una extraña historia de ondinas, enanos degenerados y tesoros fabulosos. La narración de Loge nos advierte ya de lo que será un recurso constante en toda la obra: las constantes recapitulaciones que se articulan en base al recordatorio de los TEMAS implicados: El Rhin, las Ondinas, La Renuncia al Amor... Pronto el dios capta la astucia de Loge: Fafnner, el gigante codicioso, empieza sentir un desusado interés por el oro, es más, estaría dispuesto a canjear Freia por el tesoro. Fasolt no lo tiene tan claro, pero a la postre secunda a su hermano y a rastras, se llevan a la diosa ante la impotente cólera divina: al día siguiente volverán a recoger el oro y devolverán al rehén. Por un momento, los desesperados dioses envejecen. El optimista motivo que caracterizada a los inmortales se entrecorta y desvanece. Wotan y Loge descienden a al tenebroso reino de Alberico, donde este, gracias al oro robado, se ha fundido un anillo que le da suprema autoridad sobre sus hermanos, los nibelungos, a los que ha esclavizado y hace trabajar sin descanso para cimentar su poder. Al telón bajado, un expresivo interludio nos transporta al interior de la tierra, cuando nos acercamos al tenebroso Nibelheim, sólo se oye el golpear de yunques. El tema del ANILLO vuelve caracterizando la servidumbre de los Nibelungos.

ESCENA TERCERA

País de los Nibelungos.

Alberico arrastra de una oreja a Mime Alberico azota despiadadamente a los desgraciados gnomos, incluso a Mime, su hermano, hábil orfebre obligado a forjar con el oro objetos fantásticos: el propio anillo y una caperuza trenzada con el dorado metal que hace que el que la lleve adopte cualquier forma, incluso ninguna: la invisibilidad. Invisible, Alberico atormenta a Mime, seis trompas y el timbal exponen el rítmico TEMA DE LOS NIBELUNGOS Aturdido por los golpes del tirano el gnomo se tropieza con los extraños visitantes a los que, presa de desesperación y despecho, les relata su desgraciada existencia y fraternal tiranía. Los lloriqueos de Mime, son interrumpidos por la aparición de Alberico. Loge se da a conocer y Alberico, feliz de tener público tan selecto, se pavonea de su poder actual y del que espera alcanzar: destruirá a los dioses y será el amo y señor del mundo todo. El Oro, el Valhalla y, acompañado a un alarido, EL TRIUNFO DE ALBERICO Wotan estalla, pero Loge lo refrena, y hábilmente empieza a halagar al enano para, a continuación, dudar de sus poderes, este “picado” acaba “picando”, y tras transformarse en un reptil monstruoso lo hace también en un desvalido sapo. Todas estas transformaciones son hábilmente descritas. Wotan no desaprovecha la ocasión. Aplastando con su divina planta al batracio, le arranca la caperuza al sapo. Ya en su forma gnómica, Alberico, atado de pies y manos, es arrastrado por los dioses a la superficie. El Triunfo de Alberico es irónicamente deformado. Un nuevo interludio, de ritmo vivo y muy descriptivo, nos devuelve a la superficie.

ESCENA CUARTA

Vueltos a la luz del sol, Wotan obliga al desesperado Alberico a que ordene a los Nibelungos amontonar ante ellos el oro robado. Este suplica que lo desaten para no pasar la vergüenza de que sus antiguos súbditos lo vean en tal estado. Wotan no accede y Alberico no tiene más remedio que apurar el amargo caliz que el rencoroso dios le sirve. En la llamada de Alberio se combinan varios temas. El de los Nibelungos y el del Poder de Alberico son la base Todo ha de ser entregado, hasta el anillo. Alberico se resiste desesperadamente: aunque le quiten el oro, el poder del anillo le permitiría recuperarlo. Wotan, implacable, le recuerda cómo lo consiguió: Pregunta a las Hijas del Rhin si te regalaron el oro que robaste para forjarte el anillo Alberico no sea amilana, responde altaneramente al dios y le descubre las ilegales intenciones de él, del garante de los pactos ¡Vil perfidia! ¡Engaño vergonzoso! Me reprochas, pícaro, la culpa que tú habrías deseado cometer con deleite ¿Y porqué el poderoso dios no lo hizo? ¿Por virtud?. No, nos dice el enano, tan sólo porque los muy aristocráticos dioses, los hijos de la luz, tenían un arraigado desprecio de clase hacia el trabajo manual ¡Cuan gustoso habrías robado el oro del Rhin, si te hubiera sido fácil el arte de forjarlo! Además, no es lo mismo un delito cometido por un “ser libre” que por aquel que basa su razón de ser en las leyes que pretende vulnerar: ¡Guárdate dios soberano! Si realicé una falta, fui libre y sólo recae sobre mí Pero tú, eterno!, Faltarías a cuanto fue, es y será, Si audazmente me despojas del anillo Wotan, a pesar de tan fundadas razones, le arrebata por la fuerza y de manera violentísima el anillo. El tema del Pacto domina la acción de Wotán, como vano reproche, pero, a partir de aquí el pacto empieza a confundirse con la “voluntad de Wotan”. Empieza a formar parte del dios y a guiar todas sus acciones precisamente aquello que ha violado y que lo llevará a la ruina. Alberico es desatado, y una vez “libre”, maldice al anillo y a sus poseedores: él lo poseyó por un delito, maldito sea el anillo, que su posesión sólo atraiga el dolor, la muerte, que nadie lo disfrute. Ante los aturdidos dioses, el enano se desliza velozmente a su subterráneo cubil. LA VENGANZA DEL NIBELUNGO, tema sombrío y entrecortado, cargado de odio y despecho. Toda la escena tiene algo demoniaco Aún no repuestos e la terrible escena, aparecen los demás dioses y, claro está, los gigantes con su presa ¿Cuánto oro vale Freia? El suficiente para ocultarla a los ojos el enamorado Fasolt. Los dioses van amontonando el oro hasta cubrirla, ante la impotencia de Wotan, que conserva en su dedo el anillo. En la escena se combinan los temas de los gigantes, del oro y de su amontonamiento. Cuando todo el oro parece cubrir a la diosa y no sin altercados con el furioso Donner, Fasolt aún ve su mirada, y exige de Wotan que cubra ese resquicio con el anillo. El Dios supremo no está dispuesto a transigir y, armado con su lanza, se dispone a la batalla, mas Erda la diosa madre de la naturaleza, la diosa primigenia, la vidente del mundo, surge de la misma tierra y detiene a Wotan. ¡Cede, Wotan, cede! ¡Huye de la maldición del anillo! Fatalmente, su posesión te ocasionará obscura ruina Erda es imperativa, sentenciosa, no explica sus advertencias como Alberico, simplemente sabe, pero no razona. La aparición de Erda es fantasmagórica: sobre “fortíssimo” del tema del Anillo se impone un acorde de trombones que dan paso al TEMA DE ERDA, solemne, sombrío, misterioso. El tema deriva del MOTIVO DE LA NATURALEZA, pero invertido, descendente en vez de ascendente. Sin embargo causa mayor efecto en el dios, este cede y Freya es devuelta Resuena el RENUNCIAMIENTO DE WOTAN. El deseo de reconquista determinará todo el drama: Alberico también pretende lo mismo. Inmediatamente, los gigantes discuten por el reparto el botín. Fafner le asesta un mazazo a su hermano y lo mata, ante el horror de los dioses: la maldición ha tenido un efecto inmediato. La maldición de Alberico se enseñorea de la orquesta tras los violentos golpes de maza. Mientras el criminal se aleja arrastrando el pesado fardo del tesoro, Wotan ordena a Donner que convoque a las nubes y que tienda un arco iris para subir al Walhalla. El dios del trueno así lo hace y con gran pompa los inmortales se disponen a tomar posesión del fantástico castillo saltando sobre el cadáver del gigante. La llamada de Donner, rematada por un golpe de martillo (Donner es equivalente al dios Thor) es un fragmento muy efectivo y lo más parecido a una “aria” de todo el prólogo”. Como no podía ser de otra manera, el tema también se deriva del MOTIVO DE LA NATURALEZA A lo lejos, se oyen a las Hijas del Rhin, Wotan les ordena Callar, sólo Loge, el astuto, es consciente de la inevitabilidad del desastre ¡Como corren hacia su fin los que se creen tan fuertes! El comentario orquestal de este final contrapone la marcha brillante que celebrara “el nuevo esplendor de los dioses” a la muestra de sus frágiles cimientos: los comentarios de Loge, el canto de las ondinas...

1.2. Comentarios

1.2.1. Poder y Autoridad en el Prólogo del Anillo

En el Prólogo, Wagner plantea la raíz “política” del drama que va a desarrollar en las demás jornadas y que es el núcleo de todos los acontecimientos: La impotencia del poder falto de autoridad. La autoridad es única, bebe sólo en una fuente –la legitimidad dinástica, la legitimidad democrática, la legitimidad pactada- la cual se articula a través de leyes, leyes que tienen una rara virtud: obligan tanto al soberano como al súbdito. Estos asuntos, que tanto preocupaban al Wagner ideólogo, son de lo menos poético, pero el Wagner poeta-músico construye una gigantesca metáfora apoyada en la mitología germana. Realmente, dadas las variaciones que introduce en la “ortodoxia” mitológica, podría haberse basado en los mitos griegos o romanos pero habría sido extemporáneo que el “nacionalista” Wagner hubiese recurrido a dioses foráneos. Por otra parte, los mitos germano-escandinavos eran menos conocidos y más confusos, lo que le permitía una mayor libertad para utilizarlos como símbolos. Si examinamos el argumento antes descrito, observamos que la obra es un conjunto de actos criminales: - En la primera escena: un robo: Alberico roba el oro del Rhin. - En la segunda, una estafa: Wotan, dios supremo y garante de las leyes, estafa a los gigantes, negándoles el pago de la deuda contraída. - En la tercera, un secuestro: Wotan y Loge, mediante engaños, se apoderan del desprevenido Alberico. - En la cuarta, un asesinato: Fafner, codicioso y cruel, mata a golpes a su hermano Fasolt. Sin embargo hay fundamentales diferencias entre cada uno de ellos: El robo del oro es un delito “particular” que se hubieses resulto simplemente con la actuación de la “autoridad”, que es lo que las ondinas le reclaman a Wotan a través de Loge. Además, no es premeditado: el rijoso enano desciende a las profundidades de Rhin buscando pescar alguna sirena. Las crueles burlas de las que es objeto hacen nacer en él un deseo de venganza, un sentimiento de despecho. Renuncia al amor por que en él no ha encontrado más que burlas y sufrimientos. Se lleva el oro para dejar a las Ondinas literalmente a oscuras. Es luego, una vez en su guarida, cuando trama todo su afán de poder y dominio. No es este el delito de Wotan. Cuando encargó la construcción del Walhalla a los gigantes ya sabía que no iba a pagarles y, frívolamente, confió en alguna estratagema de su compinche Loge para chasquear a los torpes titanes. Cuando llega la hora de pagar, contempla aterrorizado, como los gigantes no son tan lerdos como creía y no se piensan ir sin lo pactado, Freia. Cuando los orgullosos dioses pretenden expulsar por la fuerza a los gigantes, Wotan interpone su lanza –esto es, físicamente, interpone la ley-. Espantado descubre lo apurado de la situación: si cumple lo pactado, los dioses morirán. Si no paga, él quebranta su propia ley y cualquiera que, simplemente, sea más fuerte que él –los otros dioses, los mismos gigantes– le puede arrebatar el poder. Así se lo recuerda Fasolt: Tú, voluble Hijo de la luz, Escucha y guardate: ¡mantén fidelidad a los pactos! Lo que eres, Lo eres sólo por los pactos A partir de aquí, Wotan pretende lo imposible, contentar a los gigantes legalmente. En el resto del Prólogo asistimos a su primer intento: Wotan. recupera el oro pero, en vez de devolverlo a sus legítimos dueños, las ondinas, lo emplea para saldar su deuda con los gigantes, con lo cual consigue, ciertamente, ganar tiempo y librarse de una muerte segura, pero a cambio: - Se crea un mortal enemigo, Alberico, que maldice el oro, y esa maldición es efectiva, pues el oro se le ha arrebatado injustamente al ser utilizado por Wotan en su propio beneficio. - Ha entregado el oro a alguien que sólo lo entiende como mera posesión: las Ondinas lo disfrutaban ingenuamente. Alberico lo trabajaba y de él extraía instrumentos magníficos. Fafner, después de haber matado por él, se limita a enterrarlo, como veremos dos óperas más adelante. - Ha quebrantado la ley. Las ondinas le reclaman el oro, y él se hace el sordo: su poder es frágil pues la autoridad, emanada de las leyes, se hunde, como nos lo recuerda Loge. En el Prólogo se expone la raíz del problema y vemos como todos los personajes -dioses, gigantes, enanos y sirenas- carecen de sentimientos “éticos”. Las Ondinas, más que inmorales son “amorales”, los gigantes son codiciosos y brutales, los enanos envidiosos y vengativos, y los dioses inconscientes, fanfarrones y vanidosos. A todos les mueve el ansia de poder y la lujuria. Sólo el desgraciado Fasolt da muestras de un sentimiento elevado: ama a Freia... y es el único personaje del Prólogo que muere.

1.2.2. Glosario de Símbolos

EL ORO El Oro es un símbolo complejo. Viene a representar las riquezas naturales: oculto a los ojos humanos -está en el fondo de Rhin- potencialmente son la fuente del poder material, del poder de hecho -Las Layes lo serían del poder de derecho-, pero su mera posesión no concede dicho poder: el “Oro”, como las riquezas naturales, hay que trabajarlo, manufacturarlo, convertirlo en instrumentos que permitan conseguir el poder: Aberico forja el oro y obtiene el Anillo y la Caperuza, instrumentos poderosísimos: por el primero se obliga, por la fuerza, a obedecer -la antítesis de la lanza de Wotan-, por el segundo se puede adoptar cualquier forma -paradigma del engaño. Los dos instrumentos del poder tiránico: la fuerza coercitiva y el engaño -policía y propaganda en terminología del doctor Goobels-. Pero para que el oro “sirva” hay que renunciar al amor. Esto es, su posesión y utilización nos “deshumaniza”, nos priva de los que es fundamental en el ser humano: el amor. Aviso a navegantes: Wagner distingue perfectamente entre amor y solo placer: Alberico renuncia al amor, pero no al sexo: “Si no alcanzase yo amor ¿no alcanzaré con astucia placer?” Y de hecho, dentro de tres óperas aparecerá el hijo de Alberico: Hagen. Si todo esto se nos antoja raro o retorcido, donde decimos oro, digamos petróleo y tal vez se os aclaren las ideas.

LAS RUNAS

Las Runas son las Leyes Eternas, una especie de Ley Natural, de Diez Mandamientos de las divinidades nórdicas y que Wotan, su guardián, lleva grabadas en la lanza. El carácter de las mismas es eminentemente “pactista”: lo más sagrado son los pactos, precisamente lo que Wotan quebranta. Las Runas son intemporales e independientes de los dioses, sólo las divinidades primigenias, oscuras y omniconscientes -Erda- las pueden interpretar fuera de su cruda literalidad.

LA VALQUIRIA - DIE WALKURE (Primera Jornada)

2.1. Síntesis argumental y musical

ACTO PRIMERO Interior de una vivienda germánica

ESCENA PRIMERA La escena representa el interior de una vivienda, pero no una vivienda cualquiera: ésta, muy rústica, está construida alrededor de un árbol -como el palacio de Ulises-, el árbol sagrado de la mitología nórdica: el Fresno. Es la casa de Hunding -conocido por su brutalidad, casado con Siglinda.. Fuera, una terrible tormenta va amainando. El preludio es impresionante, tempestuoso, sombrío, nos lleva de la violencia de la tempestad al jadeo del fugitivo, introduciéndonos en la quietud de la vivienda. Sin solución de continuidad, va describiendo, magnífica y con medios muy simples, lo que el texto no dice: la mutua atracción y ternura entre los desconocidos, apuntándose un primer tema de amor. La puerta se abre violentamente y entra un hombre joven, extenuado: Sigmundo. La mujer le reconforta y le ofrece bebida. El le confiesa que es un fugitivo, ha perdido sus armas en el combate , parece que la desgracia le persiga y no quisiera atraerla contra la mujer que tan caritativamente le acoge. La respuesta de Siglinda resume su vida con el bruto de Hunding No traes infortunio aquí donde infortunio en la casa habita Adivina la vida pesarosa de Siglinda y ambos esperan la señor de la casa.

ESCENA SEGUNDA

Entra Hunding, armado hasta los dientes, quedando un tanto sorprendido, tanto por la presencia de un extraño en su casa como con el extraordinario parecido de éste con su mujer. Hundig viene acompañado de su TEMA, de la “familia” del tema de los gigantes: trombones y tubas marcan una especie de marcha sombría. A Siglinda le caracteriza un delicado canto de clarinetes Esta se apresura a explicarle la razón de la presencia del forastero, Hunding, solemne y formal, ofrece su casa al extraño y tras enviar a Siglinda a la cocina, le refiere pomposamente su nombre, virtudes y clan. Después de su exhibición de prosapia, inquiere la del extraño, deseo en el que se ve secundado por la mujer, que ha vuelto a la sala. El relato de Sigmundo, entrecortado, prolijo y circular, deja a Hunding -y al espectador- un tanto confuso: no desvela su nombre, nos habla de su padre -un tal Wolfe-, como al volver de una cacería encontraron el hogar arrasado, la madre asesinada y sin rastro de la hermana; su vagar por el bosque, siempre acosados, la extraña desaparición del padre y, como colofón, la derrota de su clan en un combate absurdo, la perdida de sus armas y su huida en la tormenta. La narración se divide en tres partes, delimitadas por las intervenciones de Hundig y Siglinda. En el inicio, como introducción en los violoncelos aparece el TEMA DE LOS WELSUNGOS –estirpe de Sigmundo-. Este tema, importantísimo, punteado por los sombrios sones del de Hundig y los suaves clarinetes del tema amoroso de SIGLINDA, junto con rumores de cacerías y batallas -trompas- forman el armazón del relato. La música nos advierte que Wolfe es Wotan: a su conjuro suena el tema del Walhalla Hunding salta como un resorte: el enemigo que se le escabulló en la noche es el extraño. Pero, formal hasta el fin, le reta para el día siguiente, la Ley de la hospitalidad es sagrada... lo que no le impide plantear el duelo como un asesinato: él está armado y su enemigo no. La música de Hundig es siempre sombría y amenazante, su reto se puntea con descarnados golpes de timbal

 ESCENA TERCERA-

Se retiran los esposos, quedando sólo Sigmundo. Piensa en su padre y divaga sobre la mujer, por la que se siente atraído. Impotente invoca su estirpe, los Walsungos, cuyo rango “heroico” la música se encarga de advertirnos. Recuerda que su padre le prometió que en un momento de peligro, le proporcionaría una espada. El fuego crepita y, sobre el tronco, entrevé un extraño brillo que pronto se apaga. Se tiende dispuesto a intentar descansar. Una especie de preludio acompaña la soledad de Sigmundo. El recuerdo de Hundig es omnipresente: las trompas toman aquí el protagonismo de la constante amenaza. Sigmundo evoca la ESPADA -tema que se desarrollará-, SIGLINDA -amor- y, sobretodo, su estirpe: el TEMA DE LOS WELSUNGOS, triunfante en una fanfarria de trompetas sobre trémolos de violín, parece “despejar” el opresivo ambiente. La puerta de la alcoba se abre y entra Síglinda. Ha narcotizado a Hunding y, atolondradamente, le narra a Sigmundo la historia de la espada clavada en el arbol –el brillo entrevisto por el héroe-: El relato tiene constantes referencias a Wotan-Walhalla El día de su boda forzada, un extraño personaje no invitado, pero que le parecía familiar, clavó la espada en el tronco y retó a los presentes a arrancarla. Nunca nadie ha podido separarla del tronco. Sigmundo recuerda las proféticas palabras del padre, se incorpora de un salto y abraza a la mujer, ambos, en un apasionado dialogo, se extasían y el héroe, al fin declara su estirpe. Siglinda exclama fuera de sí: Si era Wälse tu padre, y tú eres un welsungo, clavó él para ti su espada en el tronco... Déjame así llamarte como te quiero: ¡Sigmundo así te llamo! Sigmundo ya tiene espada, a la que llama Nothung (“Necesaria”) y mujer, aunque esta resulte ser su propia hermana: Si eres tú Sigmundo Al que aquí veo yo soy Siglinde que te desea ¡la propia hermana ganaste a la vez con la espada! Ambos huyen de la detestada casa La conclusión del acto se estructura en tres fragmentos: El primero es un canto a la primavera, una especie de “lied” que nos conduce al dúo sobre el tema amoroso, para concluir con una vuelta al tema épico, introducido con el tema de los Welsungos, que pronto se combina con el de la ESPADA y el del Walhalla

ACTO SEGUNDO En las cumbre de una cordillera

ESCENA PRIMERA

El preludio que precede al acto mantiene el impulso patético del primero, describiendo la angustia de los huidos y la constante amenaza de Hundig. El ambiente sombrío ha de desaparecer al abrirse el telón: Wotan y la valquiria se muestran relucientes con sus armas Wotan manda a su hija predilecta, la valquiria Brunilda que favorezca la victoria del héroe sobre Hundig, mandato muy bien acogido por la amazona que parte con su caballo alado entre gritos de guerra. El fragmento, brillante y guerrero, está dominado por el TEMA DE LAS VALQUIRIAS, que aparece por primera vez. Llega Frika,-diosa del matrimonio y esposa detestada de Wotan- hecha una furia, pidiendo venganza por los cuernos de Hunding. Fricka llega precedida de una imitación al rodar del carro, vehículo mítico de la diosa asociándose pronto su presencia a Hundig. Wagner ilustra el tenso dialogo con referencias a los temas expuestos, con la curiosidad que el tema de los esclavos nibelungos acompaña las constantes llamadas al orden de Fricka, mientras que la parte más convincente de Wotan viene apoyada en el tema del amor. El dios supremo intenta el regate: ¿no es sacrílego un matrimonio sin amor?. Frika estalla: además de adulterio, incesto, los pactos han sido rotos, el honor de Hunding mancillado, ¿no será que Wotan flaquea en aplicar la Ley por que él es el padre de los gemelos? ¿Sacrificará a su sentimentalismo las eternas leyes divinas? -“Se acabaron entonces los dioses eternos...”- Le echa en cara su infidelidad, una más: tampoco las valquirias fueron engendradas en el tálamo matrimonial. Wotan intenta aplacar a su esposa y acaba revelándole su plan, plan que, al fin, desentraña el extraño embrollo al que estamos asistiendo desde hace un acto: Oye esto: la necesidad hará un héroe que, ajeno a la protección divina. se libere de la ley de los dioses. Así sólo él servirá para realizar el acto que, tan necesario a los dioses, le está prohibido realizar al dios “Con profundos juicios quieres embaucarme...” le responde Frika y Wotan, muy a su pesar, no tiene más remedio que aclarar su solemne declaración: ese acto, tan necesario a los dioses pero que a ellos les está vedado, es ni más ni menos que rescatar el oro del Rhin y devolverselo a las ondinas, con lo que el divino pecado quedará lavado. Nuevo estallido de Frika: La necesidad ha sido creada por su mala cabeza, el héroe ha sido engendrado y educado por él y, además, no es ajeno a la protección divina, le ha .proporcionado la espada y a ordenado a la valquiria que lo ayude en el combate. Todo el montaje del dios no es más que un fraude. Wotan, acorralado, capitula ¿qué hacer?. Dos cosas, dice Frika: quitarle el arma y alejar a la valquiria: Caiga el walsungo en aras de mi honra. ¿Recibiré de Wotan el juramento? Wotan, abatido, jura. El contraste entre los personajes se expresa a lo largo de toda la escena: la inicial seguridad de Wotan y la postrer reafirmación de Fricka vienen perfectamente expresadas en el devenir musical: al principio la diosa se muestra altiva y fria, después indignada y, al final exigente. Wotan pasa de la seguridad a caracterizarse musicalmente por el ENOJO DE WOTAN, tema progresivamente sombrío. El juramento arrancado se subraya con el tema del PACTO en los graves trombones. El triunfo de Fricka, a la que ya no volveremos a ver, es un triunfo lúgubre.

ESCENA SEGUNDA

La valquiria, que seguía la discusión desde lejos, se acerca al padre tras la partida de la detestada Fricka. El dios, con ira contenida, le relata la historia del oro y como Erda le vaticinó el final de los dioses. Fafner, convertido en dragón, lo guarda en lo más profundo del bosque. Alberico, el ladrón, no ha cejado en su empeño de recuperarlo y también ha engendrado un hijo para que cumpla su voluntad. Ante todo esto, Wotan había engendrado un héroe, Sigimundo, para que por libre y propio albedrio y sin ayuda divina, recuperase el oro y lo restituyese al Rhin. Pero Frika ha descubierto lo falsario de su pretensión: Brunilda no debe proteger a Sigmundo. La valquiria se opone tercamente, y Wotan la impreca con violencia: “Ejecuta lo que ordené !Caiga Sigmundo!” Impresionada, la valquiria se aleja apesadumbrada La escena es un larguísimo monólogo de Wotan que, prolijamente, nos repite lo ya sabido, aunque con matices curiosos: por una parte, su pesimismo general, fruto lógico de la discusión de la escena anterior, y por otra la constante autojustificación, también lógica, pues se dirige a su hija. La forma musical es un recitativo discursivo con referencias puntuales a los temas ya expuestos.

ESCENA TERCERA

Sigmundo y Siglinda llegan al risco, la mujer, en cinta, completamente rendida. Mimada por Sígmundo, cae en un profundo sueño. La escena es breve -cosa rara- dominada por el lirismo del amor ensombrecido por patéticos acentos . .

ESCENA CUARTA

Ante los asombrados ojos del héroe, aparece, revestida de armadura, la valquiria. Esta le comunica su destino: la muerte y su traslado al Walhalla, junto con su padre. La aparición de Brunilda viene precedida, solemne y grave, por los motivos relacionados con los dioses: trombones-timbal. Brunilda se dirige en ese tono a Sigmundo -tema del Walhalla-, con una imagen épica de la morada de los dioses, ante las angustiadas preguntas de Sígmundo -violoncelos. ¿Podrá llevarse a su amada?. No es ese su destino. Sigmundo se rebela, ¿acaso no cuenta con una invencible espada?. Brunilda le desengaña: . el que la creó para ti, te ha destinado ahora a morir... Las trompetas acompañan las terribles palabras de la valquiria. La e respuesta dolorida de Sigmundo, sombria al inicio, acaba despeñandose en fúnebres acordes de tuba y el constante punteo del timbal, mensajero de la muerte. Nada quiere saber el héroe de falaces dioses y vacíos fastos, allí mismo le quitará la vida a la amada y él mismo. Desgarraduras de trombones acompañan las fatales palabra Desesperada, Brunilda se apiada de la pareja y le promete a Sigmundo su protección: Siglinda vivirá y Sigmundo vivirá con ella! . En el dimax, Brunilda, sobre una orquestación nerviosa y que no acaba de desvanecer el opresivo ambiente de la escena, promete lo que no puede.

ESCENA QUINTA

Se inicia la escena suavemente, con el dolorido canto de Sigmundo sobre la desmayada Síglinda, el suave tema del amor se ve perturbado espasmódicamente por las agrias tubas -Hunding- cada vez más cercanas, que despiertan las trompetas guerreras del héroe. Otra vez el tema de la tormenta del principio de la obra y, lejano y amenazante, el cuerno de Hunding. Las nubes van ensombreciendo la escena, la tormenta parece cercana, a lo lejos, el sonido del cuerno de Hundig. La pelea no tarda en trabarse entre los hombres, en un ambiente de fantasmagoría y ante los vacilantes ojos de Siglinda. Cuando el héroe va a descargar el golpe mortal, Wotan aparece en un destello, interpone su sacra lanza y la espada se rompe en pedazos, el traidor Hundig aprovecha para asestar un golpe mortal a su desarmado enemigo. Los desafíos de los enemigos suenan en la niebla, Siglinda narra lo que adivina, oímos la intervención de la valquiria y, como de ultratumba, la aparición inesperada de Wotan. Siglinda lanza un grito de terror ante la muerte de Sigmundo y la música se detiene, revistiendo la escena de dolor. La Valquiria, espantada, decide salvar a la mujer y se la lleva en la grupa de su caballo alado. Wotan, taciturno, contempla el cadáver de su hijo. Hacia Hunding no tiene mas que desprecio: ¡ Ve allá, esclavo! Arrodíllate ante Fricka anúnciale que la lanza de Wotan vengó lo que la escarneció ¡Ve! ¡Ve! Con una sola mirada del dios, Hundig cae fulminado. Wotan, terrorífico, abandona la escena en persecución de la desobediente valquiria. El sombrío Wotan que “despacha” a Hunding con una mirada, se trasunta en colérico en una corta coda.

ACTO TERCERO En la cumbre de una montaña rocosa

 ESCENA PRIMERA

La escena se inicia con la CABALGADA DE LAS VALQUIRIAS, uno de los momentos más espectaculares del ANILLO Las hijas de Wotan, las valquirias se van reuniendo en el risco, procedentes de distintas batallas. Entre salutaciones y gritos van entrando en escena las ocho vírgenes guerreras. Brunilda se retrasa y, cuando al fin, aparece con el caballo reventado, no lleva a su grupa un cadáver, sino una mujer. Las heroicas fanfarrias y el galopar de caballos alados dejan paso al drama con la llegada de Brunilda Ante la curiosidad de sus hermanas, Brunilda les relata en pocas palabras lo sucedido, pidiéndoles un corcel para seguir la huida de su furibundo padre. Ninguna se atreve a contrariar al dios ayudando a las prófugas. Contrasta el tono suplicante de Brunilda con las frias contestaciones de sus hermanas y la emoción dolorosa de Siglinda Siglinda se recupera de su desmayo y no comprende porqué no ha muerto con su amado. Brunilda le da ánimos y una razón para vivir: su hijo: ¡ Vive, oh mujer, por el amor del amor! Salva la prenda que recibiste de él: ¡un welsungo te crece en el seno! La referencia-profecia a Sigfrido nos hace oír, por primera ve el, el magnífico TEMA DE SIGFRIDO que será el principal de la siguiente ópera y del resto del ANILLO Pero ¿cómo escapar de la persecución del dios?. Yendo al bosque de Fafner, el gigante convertido el dragón. No es un sitio agradable para Wotan. En el canto de Siglinda, con violines y madera aguda, radiante, aparece la idea musical derivada del AMOR que sólo volverá a reaparecer al final del ANILLO, en la amplísima escena en la que, por amor, se autoinmolará la valquiria. Huye la desesperada madre y la valquiria queda a la espera del dios.

ESCENA SEGUNDA

Un tempestuoso movimiento de los bajos sobre el tema de la tormenta inicial precede a la llegada de Wotan Wotan, precedido de truenos, llega AL risco y, con ira incontenible, despoja de su divinidad a su hija predilecta. De nada sirven los ruegos de las hermanas, las despide y queda a solas con la hija bienamada. La escena es breve y vigorosamente dramática y en ella nos muestra el terrible poder de Wotan cuando lo ejerce dentro de los pactos. El dios accorralado del ANILLO sólo lo es por su propia falta.

ESCENA TERCERA

Brunilda habla al padre, no al dios: no ha hecho acaso ella lo que él, en el fondo, quería hacer. Una primera sección la constituye la justificación de Brunilda, dolorida y declamada al principio, con comentarios de los temas sobre la madera, que se amplían a la orquesta con el dialogo con Wotan. El recitativo de Brunilda finaliza con un canto esperanzado a la estirpe walsunga salvada. Wotan, emocionado, reconoce la verdad de las palabras de su hija: Así, hiciste lo que yo deseaba hacer de tan buen grado ¡eso que la necesidad me obligaba doblemente a no hacer! Las serenas palabras de la hija contrastan con el desazón del dios, que pasa del dolor al cariño paterno. Suena otra vez el tema de Sigfrido al referirse Brunilda a la descendencia de Sigmundo. Wotan no cede, atado por los pactos, a la petición de Brunilda para que proteja a la madre: tema de los PACTOS, muy sombrío. Pero los pactos le atan. Su sentencia es inconmovible: ha de quedar dormida a la merced del primero que la encuentre. Brunilda le ruega al dios que, por lo menos, quien la posea sea digno de la estirpe divina: ¡protege a la durmiente con ahuyentador horror, para que sólo un héroe sin miedo, el más libre, me encuentre un día aquí en la roca! Brunilda hace su petición apelando a su condición divina: tema triunfante de las valquirias y el tema del fuego que Brunilda pide que proteja su sueño: LOGE, el taimado dios del prólogo. Tras dudarlo, el dios accede y conjura a Loge para que, en forma de fuego custodie a la virgen, prefigurando el héroe que puede atravesarlo sin daño: ¡... sólo uno pretenda a la novia, el más libre que yo, el dios! .................................................. ¡Jamás atraviese el fuego quien tema la punta de mi lanza! Wotan solemne y poderoso, acompañado de los TEMAS “divinos”, concede a su amada hija lo pedido -TEMA DEL SUEÑO DE BRUN[LDA: violines y trompas heroicas- tras aplacarse suavemente el tema, Wotan se despide entre los tristes recuerdos de la maldición del ANILLO, durmiendo a Brunilda con un prolongado beso en los ojos. La música parece acompañar el eterno sueño, combinando este mecedor tema con el del Walhalla. Los sonoros acordes de las tubas -PACTO- anuncian la invocación de Wotan -a golpes de lanza- al fuego mágico, cuyo tema pronto inunda la orquesta, combinandose con el SUEÑO y la peroración de Wotan sobre los solemnes acordes de los PACTOS. Todo este material sonoro se va fundiendo en una única armonía que se extingue en un acorde.

2.2. Comentarios

2.2.1. La aparición de los humanos

La Primera Jornada del drama introduce, desde su primera escena, a los mortales en esta teogonía germánica. De hecho, hasta que no asistimos a la discusión entre Wotan y Fricka no acabamos de entender que tiene que ver esa versión teutona del “Cartero llama dos veces” con el drama cósmico apuntado en el prólogo. Esta manera de iniciar la ópera nos indica que, a partir de aquí, los mortales van a llevar el peso de la acción, unos dirigidos descaradamente por los dioses y otros obrando guiados sólo por su albedrío o sus pasiones. Volviendo al diálogo del divino y mal avenido matrimonio, nos enteramos del primer intento de Wotan de remediar su falta y devolver al cosmos sus precedentes leyes: Dado que él no puede recuperar el oro que él mismo dio a Fafner para devolverlo a las ondinas y preservar así el Walhalla de la maldición de Alberico -la caida de los dioses-, baja a la tierra y engendra a una raza de héroes para que sea ésta la que haga ese “trabajo”. Pero su plan tiene un fallo: aunque el actor del plan (Sigmundo) nada sabe, no es libre, pues Wotan es el que maneja todos los hilos del asunto: es su padre, le ha educado, le ha preparado una espada, le protege con sus valquirias... Fricka asume, gustosa, el antipático papel de poner en razón al dios: Sigmundo es subjetivamente libre, pero no lo es objetivamente, único aspecto que concierne a las Leyes, luego, como cualquier juez puntilloso, para remediar la falta hay que volver al inicio: nada de ayudas, nada de espadas. Wotan, atado por los pactos, accede pero, es evidente, que él ha creado una situación “imposible” para Sigmundo y que retirarle ahora su protección es condenarle a muerte: su acción lleva a la muerte a un inocente, inocente al cual, además, ama como padre. Wotan se humaniza, a partir de ahora no sólo le atormentará su falta por las consecuencias cósmicas, sino también por las humanas. La primera consecuencia de esta orden cruel es la rebelión de su hija predilecta, la valquíria Brunilda. Virgen guerrera en un universo simple y maniqueo, no entiende la contraorden del dios y, conmovida por la nobleza de Sigmundo, desobedece al padre-dios. Pero poco puede su protección ante la voluntad de Wotan: Sigmundo muere a manos de Hunding, el hombre de “honor” que cumple con todas las formalidades de la Ley -matrimonio, hospitalidad- aunque sea un sepulcro blanqueado: el matrimonio fue forzado y la “hospitalidad” no le impide el deseo de asesinar a su desarmado huésped al día siguiente. Wotan le desprecia y le llama esclavo de Fricka esclavo de las normas. Wotan va a lo fundamental: si los hermanos se aman, que se unan. Si Hunding es un bruto que ni ama ni es amado, que pierda a la mujer y perezca. Por eso no es condenada la incestuosa pareja, no es condenada por lo que han hecho, es condenada por lo que ha hecho el dios. El comportamiento de la valquiria ya es humana: tras salvar a Siglinda, convence a ésta que se salve con el supremo argumento humano: el amor al hijo. Después, arrostra el castigo paterno, castigo que acaba por humanizarla del todo. Wotan consciente de que el que ha obrado torcidamente ha sido él y no su hija, la protege con un fuego sagrado y prefigura al héroe que lo pueda atravesar: libre de los dioses y sin temor a sus leyes (leyes:pactos:lanza) Sigfrido, el héroe libre, que no conoce el miedo ni las leyes, sobrevuela las últimas escenas de la Valquiria.

2.2.1. Glosario de símbolos

HUNDING Es un nombre propio, pero también es un símbolo: se trata de un patronímico derivado de perro, “el indómito domado por la norma social”. Como tal se enfrenta a los lobos: Wolf-Wotan, Wülfing (lobato)-Sigmundo, Wálse (elegido)-estirpe de los Valsungos: Sigmundo, Siglinda y Sigfrido.

SIGFRIDO – SIGFRIED (Segunda Jornada)

3.1. Síntesis argumental y musical

ACTO PRIMERO

Bosque. Caverna con una fragua de herrero ESCENA PRIMERA Un sombrío preludio introduce la escena, referencias al país de los nibelungos, el dragón, el oro... y los martillazos de la fragua nos llevan directamente al vano trabajo del enano. En la cueva se agita un curioso personaje: Mime, el nibelungo hermano de Alberico, el hábil orfebre que forjó el anillo y la caperuza mágica. Aquí lo vemos agitado intentando forjar una espada, una espada para Sigfrido, el hijo de Sigmundo y Siglinda. Se lamenta que todas las espadas que le forja al muchacho éste las rompe sin mayor esfuerzo. Si fuese capaz de forjar los trozos de Nothung que atesoraba la madre, Sigfrido mataría al dragón y él, Mime, el enano despreciado, seria el amo del mundo. Las palabras de Mime son acompañadas del amenazante y reptante TEMA DEL DRAGON, siguiendo con los martillazos del tema de la fragua del Prólogo. La entrada de Sigfrido no puede ser más espectacular: un oso que ha capturado en el bosque le precede, azuzándolo contra el aterrorizado enano. La orquesta se aclara, acompaña a Sigfrido un nuevo tema -TEMA DE SIGFRIDO EN EL BOSQUE- en su variante más rápida. El que se anticipó en la Valquiria es heroico -TEMA DE SIGFRIDO-, este es más rústico Repuesto del susto, Mime le reprocha el mal trato del que le hace objeto, cuando él lo ha cuidado desde que era un “mamoncito” y es como su padre y su madre. La “lamentación de Mime”, ridícula y llorona, suena a falsa. Sigfrido no sabe porqué sigue con el enano, le repugna profundamente. El es ignorante, pero en el bosque ha visto como los animales, macho y hembra, se aparean y nacen animales que se les parecen. Ningún parecido encuentra él con el deforme gnomo, así que, agarrándolo por el cuello, obliga a éste a decirle la verdad. El dialogo alterna contrastadamente los tonos nobles del héroe, que añora a los desconocidos padres, y la cantinela ruin de Mime Ante tan contundentes argumentos, el enano, entrecortadamente, le dice como llegó al bosque una agotada mujer, Siglinda, y como le entregó a su hijo y los trozos de la espada del padre. Feliz por saber que el enano no es su padre, ordena a éste que forje una espada con los trozos de la de su padre y parte al bosque. Con la rememoración de la estirpe de los Walsungos, Wagner vuelve a traernos su tema y, triunfante y desarrollado, el tema heroico de Sigfrido. La narración de Mime es acompañada por músicas que poco tienen que ver con su carácter malévolo, por lo que son sistemáticamente deformadas. A la salida del héroe, la orquesta vuelve a oscurecerse.

ESCENA SEGUNDA

Un viandante, tocado con sombrero de ala ancha y utilizando como cayado una lanza, entra en la cueva. La música solemne y grave que acompaña al viandante nos avisa que su naturaleza no es humana -TEMA DEL VIANDANTE¬ Mime, a pesar de la soledad, no parece apreciar las visitas e intenta deshacerse de él, pero éste le propone una apuesta: le ofrece su cabeza si no es capaz de responder a tres preguntas que le formule el enano. Animado, el gnomo le formula tres preguntas bastante obvias y que le permiten e Wagner volver a contarnos el asunto del Anillo: ¿Qué raza habita en las profundidades de la tierra? ¿Cual en su superficie? ¿Cual en los cielos?. El viandante le cuenta como en la profundidad habitan los Nibelungos, el robo y ambición de Alberico. Como los gigantes dominaban la superficie de la tierra y como Fafner mato a su hermano por culpa del tesoro del nibelungo y, exultante, se extasía en la descripción del divino brillo de los habitantes del cielo: los dioses: El nudo del mundo tiene en la mano quien lleva la lanza que empuña Wotan: ante él se inclinó el ejército de los nibelungos; su consejo dominó a la ralea de los gigantes: eternamente obedecen todos al fuerte señor de la lanza Cada una de las respuestas se acompaña con sus temas característicos: el de los nibelungos, el de los gigantes y el del Walhalla, estructurados alrededor del TEMA DE LOS PACTOS, que resuena potente en las tubas El discurso lo remata el extraño con un fuerte golpe de su lanza en el suelo. Un sonido de trueno acompaña al golpe y Mime, temeroso, empieza a sospechar que el inesperado huésped no es un viajero cualquiera. Este, despreciativamente - Debiste preguntar lo que te interesaba saber- le formula tres preguntas contra la cabeza, ahora, del asustado enano: Resuena imperativo EL PACTO, que obliga al enano La primera pregunta es casi una declaración: ¿Cuál es la estirpe a la que Wotan se mostró enemigo y es, sin embargo, la más amada por él? Los welsungos, los mellizos que engendraron a Sigfrido, respuesta que nos informa, además, que el taimado Mime conocía perfectamente la prosapia de su “mamoncito” La segunda pregunta demuestra un pasmoso conocimiento del viandante de las intenciones de Mime: Un sabio nibelungo cuida de Sigfrido; éste debe de matarle a Fafrer para que él consiga el anillo y sea el señor del tesoro. ¿Qué espada debe blandir, pues, Sigfrido que sirva para la muerte de Fafner? Mime, sin percatarse de la situación, contesta alegremente que dicha espada ha de ser Nothung, la espada forjada por Wotan. Los temas heroicos se deforman en su tonalidad y movimiento en boca de Mime, entrelazándose con los temas del astuto y maligno enano. Cuando cree que se ha librado de las preguntas, hay un estallido de alegría Pero, y es la última pregunta, ¿quién forjará la espada?. Mime no lo sabe, pero Wotan -que es el viandante- sí: Sólo quien jamás experimentó el miedo forjará nueva a Nothung La pregunta de Wotan ha sido acompañada por el tema de Sigfrido, en la pregunta está la respuesta Con sorna le perdona la cabeza al enano, pero le dice quien se la exigirá: Tu sabia cabeza conserva por hoy: la dejo a merced del que no aprendió el miedo El viajero parte, acompañado del solemne tema que le había precedido

ESCENA TERCERA

Mime se queda aterrorizado e, incluso, presiente al monstruo. Reaparece el tema del dragón combinado con el de Loge, siguen unos trinos que van insinuando el tema de Sigfrido, el futuro vencedor del dragón, el dueño de la cabeza de Mime. Toda la orquesta se lanza en un frenético y chispeante “crecendo”, el tema de la espada, en fortísimo con cuatro trompetas, acompaña a un lúgubre tam-tam que parece preceder al Dragón, pero el que entra no es el monstruo, es Sigfrido Escondido tras el yunque, ve aparecer al despreocupado Sigfrido. Le pregunta si conoce el miedo y el joven ni tan siquiera es capaz de entender la pregunta. Pues bien, él, el sabio Mime le dará una lección práctica llevándole junto al espantoso dragón Fafner. Pero ¿.con qué espada se enfrentará al monstruo?. Sígfrido, violento y harto del parloteo del enano, le arrebata el hierro paterno y se dispone él a forjar la espada. Mientras Sigfrido se lanza impetuoso al trabajo acompañándose con una atronadora canción, el enano pulula entre los pucheros. Se le ha ocurrido una idea: preparará un narcótico que ofrecerá al héroe después de que este acabe con la fiera. Así, inconsciente, lo podrá asesinar y quedarse con el anillo. La fantástica escena de la “forja de la espada” está dividida en cinco partes: - La preparación del fuego y las limaduras: tema de la espada, con apariciones del tema martilleante de los nibelungos, movimiento rápido - La canción del fuelle: Canto a Nothung -TEMA DE NOTHUNG-, lied poético y entusiasta, basado en Sigmundo - Episodio intermedio - Canción del Martillo: canción de la forja propiamente dicha, más alegre y enérgica que la anterior, subrayada con martillazos - Final: tumultuosamente, todo el material temático se despeña en un “presto” frenético.

ACTO SEGUNDO

Bosque impenetrable. Al fondo, la gruta del dragón

ESCENA PRIMERA

El sombrío preludio nos introduce en los dominios de Fafner, con su tema espantoso y reptante, combinado con el de la maldición del anillo, maldición que está a punto de alcanzar al dragón Aberico, el vengativo, está apostado a la entrada de la gruta, con la perpetua esperanza de recuperar el oro. Un resplandor en el bosque le advierte que ‘algo” se acerca. Es Wotan que, a pesar de conservar el disfraz, es inmediatamente reconocido por el nibelungo, cubriéndolo de improperios y amenazas. El tema que lo precede ya no es el del “viandante”. Alberico lo reconoce enseguida: el tema del Walhalla precede al dios El recuperará el anillo y acabará con los dioses. El dios le responde que con quien tiene que hablar es con Mime, pues su despreciado hermano a criado a un joven que nada sabe de anillos ni tesoros, y lo ha inducido a que de muerte al dragón para así apoderarse del oro: Un héroe viene a rescatar el tesoro; dos nibelungos codician el oro; Fafner, que guarda el anillo caerá: quien lo coja, lo habrá ganado. En tono de burla, Wotan despierta al dragón para que Alberico le convenza para que, conservando todo el tesoro, le dé el anillo. Una voz de ultratumba define la “filosofia” de Fafner sobre la “posesión”. Yazgo y poseo dejadme... (bostezo) ... dormir Entre risotadas Wotan abandona al chasqueado gnomo: ¡... seguid riendo vosotros, frívola, concupiscente ra/ea de dioses! ¡A todos aún os veré perecer! En tanto el oro brille a la luz, vigilará un versado: ¡su tenacidad os burlará! Tras proferir sus amenazas, el nibelungo vuelve a ocultarse. Toda la escena es tan sombría como la noche en la que se desarrolla: los temas ya conocidos caracterizan a los personajes: la rabia de Alberico, la suficiencia, con algo de burla, de Wotan, y el lento y adormecido dragón.

ESCENA SEGUNDA

Llegan Mime y Sigfrido, sin que las explicaciones que sobre el miedo le hace el enano -muy versado en el asunto- sean comprendidas por el joven. Esta primera sección -breve- contrasta el aterrorizado Mime con el valor -inconsciente- de Sigfrido: temas heroicos de los Walsungos Al fin, el enano se aleja -no sea que aparezca el monstruo- dejando sólo a Sigfrido que intenta entablar un dialogo imposible con un pajarillo del bosque. Prueba a hacerse una flauta con una caña pero, harto, hace sonar épicamente su cuerno de caza. Este segundo fragmento -los murmullos del bosque- ha llegado a orquestarse de manera independiente. Representa el amor del héroe por la naturaleza y toda la parte del pajariilo -TEMA DEL PAJARO DEL BOSQUE- está tratada de manera pintoresca e imitativa, confiándola a las maderas. Deriva del MOTIVO DE LA NATURALEZA que oíamos al principio del ciclo. Tal es el estruendo que acaba por despertarse Fafner, que entre gruñidos y bostezos, sale de su cueva con la sana intención de comerse al héroe: ¡Quería beber y encuentro también comida! Tras los solitarios toques de trompa, con los temas de Sigfrido y de los pactos, se superpone el arrastrarse de Fafner y su sonoros bostezos. Aunque sorprendido de que un animal pueda hablar, Sigfrido ataca al dragón y lo mata clavándole Nothung en el corazón. La pelea es un movimiento rápido de metales punteado por las exclamaciones del Dragón y rematada por un constante redoble de timbales Moribundo Fafner le advierte de las intenciones de Mime: El que a ti, ciego, te incitó a la hazaña buscará ahora la muerte de/ joven. Sigfrido desclava su espada y se quema los dedos con la ardiente sangre del dragón, instintivamente, los chupa y, entonces, milagrosamente, entiende la voz de los pájaros. El pajarillo canta la magnificencia del tesoro de los nibelungos, la caparuza -el Tarnhelm- y el anillo, pero sin desvelarle sus tremendas propiedades. El tema del ave profética pasa de los instrumentos a la voz de soprano: Sigfrido entiende su canto El héroe se interna en la cueva.

ESCENA TERCERA

Mime se acerca a la gruta y es abordado por Alberico, ambos discuten por el botín. Mime está seguro que, desconocedor de los poderes de la caperuza y del anillo, Sigfrido se conformará con cualquier frusleria. Grande es su espanto al ver que lo único que el héroe ha cogido del tesoro ha sido precisamente los dos objetos mágicos. Sarcástico, se oculta Alberico. Breve y sombrío “scherzo” caracteriza a los hermanos: Alberico, feroz; Mime, hipócrita y no menos cruel. El pajarillo advierte a Sigfrido de las verdaderas intenciones de Mime y, este, acosado por las preguntas del joven, empieza a desbarrar y a decir lo que no quiere: Que me odias, lo oigo con agrado: ¿ pero también tengo que dejarte mi vida? Le pregunta Sigfrido. Cuando el enano le ofrece su emponzoñado filtro, Sigfrido lo atraviesa con la espada. La espantosa risa de Alberico acompaña la muerte del hermano. La música sigue puntualmente los desvaríos de Mime, las risotadas de Alberico se acompañan con el tema de los nibelungos y, en la coda, el tema de Sigfrido se une con el del destino: él será la próxima víctima de la maldición Sólo en el bosque, el pajarillo le relata la historia de Brunilda: la más sublime mujer duerme sobre elevada roca, fuego arde alrededor de su sala: ¡si él atravesara las llamas, si despertara a la novia, Brunilda fuera entonces suya! Guiado por el pájaro, Sigfrido se encamina hacia la roca de la valquiria Estructurado casi como un pasaje independiente, la música nos recuerda el tema amoroso junto con los “murmullos” del bosque, cerrándose el acto con una música luminosa. Sin embargo, dos cadáveres quedan en el escenario: un sólo y fortísimo acorde pone fin al pasaje.

ACTO TERCERO

ESCENA PRIMERA

Paraje boscoso al pie de la roca de la valquiria. El breve preludio nos remite al mundo mítico: en esta escena sólo los dioses, Wotan y Erda, son los protagonistas. Wotan llama a Erda, -Omnisciente! Protosabiduria del mundo- para que le diga cual es el destino de los dioses, pero Erda resulta saber menos que Wotan: desde que éste rompió la ley, el mundo ya no sigue por los cauces marcados por el destino: Aturdida estoy desde que he despertado: Salvaje y enmarañado gira el mundo Los humanos todo lo han trastocado: los actos de los hombres oscurecen mi ánimo y él, el propio Wotan, no ha dejado de hacer desatinos, ¿cómo es posible que haya castigado a Brunilda la bienamada hija de ambos? Quien defiende la justicia quien guarda los juramentos Erda acaba su invocación con terribles palabras dirigidas al dios: ¡Tu no eres lo que te llamas! Wotan, más grande que nunca ante su propio abismo, no teme la caída de los dioses, pues ha sustituido el destino -Erda- por su voluntad, y su voluntad quiere el fin de los dioses y que su herencia pase a Sigfrido El por mí elegido pero que jamás me conoció ha conseguido el anillo, pronto se unirá con su hija Brunilda, la sabia, y producirá la acción redentora del mundo Un nuevo orden, más humano y justo, sustituirá a las carcomidas leyes socavadas por la acción de los propios dioses. Erda desaparece en la profundidad de la tierra. La escena es musicalmente compacta, está dominada por los temas míticos y las referencias a la Valquiria -en su aspecto heroico- y a Sigfrido. La fatalidad, encarnada por Erda, da paso al “optimismo-pesimista” de Wotan: si el dios sucumbe, el amor triunfa.

ESCENA SEGUNDA

Llega Sigfrido. El pajarillo a huido a la vista de los cuervos de Wotan. El dios le pregunta por la lucha con el dragón y la razón de acercarse a la roca de Brunilda. Sigfrido se impacienta con las preguntas y no entiende a que viene tanto circunloquio. Cuando intenta pasar, Wotan, solemne, interpone su lanza: ¡Teme al guardián de la roca! encerrada mantiene mi poder a la virgen durmiente: quien la despertara, quien la con quistara, me haría impotente para siempre le amenaza con el fuego y con la lanza: la espada que blandes ya la quebró un día esta asta Sigfrido reconoce en el viandante a un enemigo de su padre, lo ataca con furia y la lanza se quiebra en pedazos. Al partirse la lanza en un platillazo, aporreado por el timbal se precipita el tema de los PACTOS, roto, quebrado en su ritmo. Suena el tema del OCASO de los dioses. Wotan, en su última aparición en la obra, se nos presenta patético y derrotado... derrotado por él mismo. El derrotado dios recoge los trozos y desaparece en el bosque. Un magnifico interludio musical sirve de enlace entre las dos escenas: un himno al renacer de la vida, al heroísmo, la libertad, el amor, “herederos del mundo”: el tema de Loge -el fuego sagrado que rodea a la valquiria- se combina con los temas asociados a Sigfrido.

ESCENA TERCERA

Roca de la Valquiria. Igual escenario que el último acto de “La Valquiria” Atravesando el fuego que no teme, el héroe ve a un guerrero dormido pero, al quitarle la armadura, se da cuenta que es una mujer. Confuso, acaba besándola y Brunlda despierta preguntándole, enfáticamente, quien la ha despertado. Al saber que es Sigfrido, estalla en alegría: ¡Oh, supieras tú, alegría del mundo cómo te amé desde siempre! ............................................ aun antes de nacido te protegió mi escudo La orquesta que había acompañado a Sigfrido en sus vacilaciones -TEMA DE LA FASCINACION AMOROSA- y nos había recordado la naturaleza de la durmiente, estalla en un fortísimo cuando Brunilda es rescatada del sueño mágico. El despertar de Brunilda es remarcado con un tema nuevo: EL SALUDO AL MUNDO Esta claro que Brunilda ha dormido veinte años -la edad de Sigfrido- pero no ha olvidado nada. El héroe, simple, confunde el sentido de las palabras y cree que Brunilda es su madre. Esta le saca del error, pero con términos tan elevados que Sigfrido tan sólo percibe que aquella belleza no es su madre, nada entiende de dioses y mitos. La combinación de los sentimientos amorosos y el tema del despertar adquiere tonos épicos para, paulatinamente, ir haciéndose más dulces y melancólicos. Brunilda reconoce a Grane, su corcel que ha despertado con ella, también perdidos sus rasgos divinos: ya no vuela. Reflexiona, viendo sus armas esparcidas, sobre la perdida naturaleza divina: ¡Sin protección ni amparo indefensa, soy una triste mujer! Enlazando con la melancolía, y en contraste con la última sección de la escena, Brunilda recuerda con pena su divinidad perdida: la orquesta hace sonar los temas divinos del pacto y la maldición. Pero su nueva condición de mortal no es tan sombría: tiene el amor de Sigfrido. La música inicia este cambio con la introducción del TEMA DEL IDILIO DE SIGFRIDO, uno de los mas bellos de Wagner: Eterna era eterna soy, eterna en dulce dicha anhelosa, pero eterna para tu gloria. Sigfrido acierta, por una vez: ¡Despierta, sé para mí una mujer!. Brunilda se rinde al amor de Sigfrido y ambos se abrazan: ¡Riendo tengo que amarte, riendo quiero cegarme riendo deja que perezcamos riendo deja que nos perdamos! ................................................ ¡resplandeciente amor riente muerte! Una de las más apasionadas escenas de amor de toda la música, un amor épico y violento, alejado del dulce amor de Siglinda y Sigmundo. Aquí la pasión parece llevada a sus últimas consecuencias y la súbita pasión de Brunilda no es ajena a su condición de amazona. La amenaza que esto representará -y que se apunta leve pero claramente aquí- se verá en la tercera jornada.

3.2. Comentarios

3.2.1. La abdicación de Wotan

El mal hecho por Wotan al orden cósmico se evidencia en esta Segunda Jornada y Wotan, más humano y patético que nunca, deja de luchar: Alberico y los suyos siguen tras el anillo, pero Wotan sabe que sólo la casualidad puede devolver el anillo a las ondinas. No puede conseguirlo su voluntad, pues entonces el acto no sería meritorio y, como ya ocurrió con Sigmundo, acarrearía la muerte de Sigfrido. Tampoco el destino sabe lo que va a pasar, las reglas del mundo antiguo han desaparecido y sus eternas videntes nada ven. La voluntad de Wotan es ahora la abdicación, la aniquilación del orden antiguo y será su nieto, Sigfrido, quien la llevará a cabo junto con Brunilda. Su última aparición es para hacer cumplir su misma profecía: que Sigfrido demuestre que no teme a su lanza, a las antiguas leyes. Por eso se presenta como viandante, con disfraz humano. Si lo hubiese hecho como Wotan, Sigfrido hubiese corrido la misma suerte que Hunding: la mera visión de los dioses es letal para los humanos. El viejo poder da paso a otro, basado en principios más humanos. Sigfrido, el héroe que todo lo desconoce, tiene el corazón puro, pero su ignorancia lo hace peligroso: incitando por Mime y casi por pura diversión mata a Fafner y, precisamente, es el por él asesinado el que le salva la vida: su voz y su sangre le hacen desenmascarar las secretas intenciones del enano. Adquirida una cierta sabiduría de la naturaleza que le ha proporcionado el vencido dragón, sabe interpretar a ésta: sus deseos, que tanto le desazonaban, se concretan en la búsqueda de una mujer. Brunilda recogerá el testigo de Wotan en su heroicidad consciente -la de Sigfrido es “natural”- Todo lo sabe y, cuando se entrega al héroe, lo hace asumiendo todas las consecuencias. El drama parece encaminarse a un “final feliz”: los justos poseen el anillo y el yelmo mágico, pero la ignorancia de Sigfrido es abismal y el amor de Brunilda absoluto. En la última jornada veremos como ambos tienen la oportunidad de devolver el anillo y ambos, los justos, no lo hacen. Si los dioses estaban sujetos por pactos, los humanos lo están por la ignorancia y la pasión.

 3.2.2. Glosario de símbolos

DRAGON Fafner, el gigante codicioso, se convierte en dragón para así conservar mejor el tesoro. De nada le sirve, es incapaz de hacer nada con él, su brutalidad se lo impide, pero, por conservarlo, aún se embrutece más: Yazgo y poseo dejadme dormir La raza de los gigantes es una raza estéril. Cuando Sigfrido lo mata, su sangre le hace entender al héroe la naturaleza: Fafner es un gigante-dragón, habla pero es un animal, cuando su fluido vital pasa al héroe, este adquiere la facultad de entender a la naturaleza.

NELDHÓLE Cueva donde atesora Fafner el oro. Literalmente “Cueva de la envidia”

NOTHUNG La espada de Sigfrido, literalmente “Necesaria”. Creada por Wotan y clavada en el fresno de la casa de Hunding, es arrancada por Sigmundo en el doble sentido: por “necesidad” real ante el próximo combate con el señor de la casa, y por “necesidad” inducida por Wotan. Rota por la lanza del dios, es vuelta a fundir -no a soldar- por Sigfrido y con ella mata a Fafner y a Mime. Sobre ella jura y a ella pone por testigo de no “haber tocado” a Brunilda: Es el equivalente de la lanza de Wotan... pero en ella no hay nada escrito, no hay pactos eternos independientes de la voluntad del portador de la espada. Sólo le obligan los pactos que él, el libre, haga.

PÁJARO DEL BOSQUE Un mirlo común, una emanación de la naturaleza, como las Hijas del Rhin y las Nornas

CUERVOS DE WOTAN Son dos, pensamiento y memoria, Wotan los hace volar para que le traigan noticias de los que sucede en el mundo

EL OCASO DE LOS DIOSES – GÓTTERDÁMERUNG (Tercera Jornada)

4.1. Síntesis argumental y musical

PROLOGO En la roca de la Valquiria

ESCENA PRIMERA

En escena aparecen tres nuevos personajes, aunque se les haya citado durante la obra: Las Nornas, equivalentes a las Parcas clásicas, hijas de Erda tejen el destino del mundo, el pasado, el presente y el futuro. La primera escena caracteriza a las Nornas. Después de unos breves compases, las hermanas se rodean de un clima oscuro, impregnado de grandioso y cósmico enigma. En el críptico dialogo que mantienen las hermanas, Wagner recapitula incluso antes de la construcción del Walhalla, y se remonta a la mitología más ignota: como Wotan fue a beber a la fuente que mana junto al fresno sagrado y perdió por ello un ojo, y como arranco una rama del fresno haciéndose con ella la lanza. Más cercano a nosotros, la segunda Norna nos habla de los pactos y como Sigfrido rompió la lanza, pero también nos dice lo que Wotan hizo después: ordenó hacer astillas el seco tronco del fresno del mundo. Después, nos dice la tercera Norna, acumuló toda la leña en el gran salón del Walhalla Si arde la madera sagradamente abrasadora y clara, si el fuego incendia, devorándola, la resplandeciente sala, el fin de los dioses eternos amanecerá allí para siempre. Las Nornas hablan del destino de Loge, obligado por Wotan a arder protegiendo a la valquiria, y de Alberico. ..la cuerda se rompe, las Nornas, como antes su madre, enmudecen, el destino ha dejado de existir al extinguirse las leyes que lo sustentaban. Desaparecen bajo tierra. La siempre sombría recapitulación de temas finaliza con el tema de la MALDICION, en su variante más lúgubre, que es entonado al unísono por las tres Nornas. Esta escena es paralela en lo forma al de las tres ondinas al inicio del drama, y viene a completar la escena de Erda y Wotan en la segunda Jornada.

ESCENA SEGUNDA

El interludio que nos traslada de la oscuridad a la luz, va introduciendo con el TEMA DEL AMOR dos temas ya conocidos, el de SIGFRIDO EN EL BOSQUE y el de BRUNILDA, pero con unas variaciones muy interesantes: el rudo tema se engrandece y amplia, mientras que el de Brunilda se hace mucho más dulce: la amazona es ahora una mujer amante. Amanece sobre la roca. Sigfrido, completamente armado, se despide de Brunilda. Esta ve en él tanto al amante como al héroe: A nuevas hazañas caro héroe ¿cómo te amara yo sino te dejara partir? Sigfrido deja a Brunilda protegida por el fuego y le da, en prenda de fidelidad, el anillo. Brunilda le regala a Grane, el corcel. La despedida de los amantes supera en ardor a la escena de amor del último acto de Sigfrido: la pasión es arrolladora, tal vez excesiva Lirismo, exaltación y heroísmo son llevados al paroxismo. Nunca, en lo que queda de drama, volveremos a una escena de amor triunfante. Todos los temas, hasta el del Dragón y el Destino, parecen aunarse en la gloria de la pareja.

ACTO PRIMERO

El interludio, “Viage de Sigfrido por el Rhin” es un verdadero poema sinfónico, y como tal se suele interpretar en las salas de concierto. Es emientemente descriptivo: el heroe -TEMA SIGFRIDO- desciende de la montaña, atraviesa el fuego -TEMA LOGE- y navega por el Rhin -temas acuáticos: modulaciones del prólogo- del cual surgió la maldición -TEMA DEL OCASO-. suavemente se desliza el héroe, mientras resuena el TEMA DE LAS ONDINAS, la música es tranquila y noble -ORO-, para oscurecerse repentinamente con el TEMA DE ALBERICO que enlaza con un tema y personaje nuevo -TEMA DE HAGEN- el hijo de Alberico, el continuador de la maldición ESCENA PRIMERA Sala del Palacio de los Guibicbungos, a orillas del Rhin En escena, Hagen y Gunther. Ambos son hermanastros. Hagen, ilegitimo, es hijo de Grimilda, antigua soberana del país de los Gibichungos, y de Alberico, el enano. La orquesta caracteriza a los personajes: EL TEMA DE HAGEN, que ha servido de enlace musical con el viaje de Sigfrido, unos acordes de ritmo incisivo ejecutados por el metal, nos recuerda, no en vano, a Hunding. Su carácter es oscuro y entrecortado. EL TEMA DE LOS GUIBICHUNGOS, iniciado por el metal y concluido por la madera, es noble, franco y caballeresco. Cuando en el dialogo interviene Gutruna, su TEMA es femenino y dulce. Hagen será el instrumento de la venganza, y pronto empieza a enredar al ambicioso –y simple- príncipe: Su casa es fuerte pero ni él ni su hermana Gutruna están casados. ¿Y si lo hiciesen con Brunilda y con Sigfrido?. Explica Hagen la historia de cada cual y como Brunilda está rodeada de un fuego que sólo Sigfrido puede atravesar. Gunther se enfada ¡Burlón, malicioso Hagen! ¿ Cómo pudiera yo atar a Sigfrido? Hagen expone la trampa: mediante un bebedizo, Sigfrido se enamorará de Gutruna y le hará el trabajo a Gunther. Los temas han ido punteando el dialogo, el pérfido plan, el “consejo de Hagen” es una derivación de su propio tema, completado con una frase musical que insinúa el bebedizo. Hagen otea la barca de Sigfrido que se desliza por el Rhin y lo llama a grandes voces Hagen llama a Sigfrido utilizando su propia melodia, le contesta desde lejos el sonido el cuerno. Oimos también a las ondinas: estas siguen la barca de Sigfrido

ESCENA SEGUNDA

Cuando Sigfrido desembarca, a pesar del vozarrón de Hagen, lo que resuena en la orquesta es LA MALDICION DEL ANILLO. Los hermanastros reciben cordialmente al héroe, le preguntan por sus hazañas y éste, encantado, les relata la aventura del Dragón. De su tesoro tan sólo tomó un anillo, que ha regalado a Brunilda, y una malla -el Tarnhelm- que no sabe para que sirve. Hagen, claro está, si que lo sabe y se lo explica a Sigfrido. La música va rememorando los temas, en un ambiente noble y caballeresco. Aparece Gutrune con el bebedizo y sólo tomarlo, el héroe se siente irresistiblemente atraído por la mujer. Dirigido habilmente por Hagen no tarda en hacer bueno su plan: se compromete con Gutrune y, bajo la forma de Gunther, gracias a la caperuza mágica, le traerá a Brunilda. La dulce música de Gutrune se asocia con el sombrío tema de Hagen, y es esta música la que se apodera totalmente de Sigfrido al beber el filtro. El pacto queda sellado con sangre. La maldición suena en las tubas, enseguida los trombones entonan LOS PACTOS. La música noble y elevada de la espada y los Guibichungos se combina con el tema de Hagen Parte el héroe ante la arrobada Gutruna y queda pensativo Hagen: el anillo será para él ¡... a mi me traerá el anillo! ¡ Vosotros, hijos libres, alegres compañeros, navegad allí contentos! Os parecerá inferior, pero a él servís, al hijo del nibelungo Temas asociados a Hagen y a Alberico acompañan a Hagen, pero también a la barca de Sigfrido, pues él es ahora el instrumento de la maldición del enano. Por contra, los temas del héroe aparecen siempre deformados y extraños.

ESCENA TERCERA

Roca de la Valquiria El interludio enlaza la sombría escena anterior con el hermoso tema de Brunilda, amenazada por la maldición sin ella saberlo. Brunilda, rodeada de fuego, recibe una visita, una visita divina pues de los mortales sólo Sigfrido es capaz de atravesar el ígneo circulo: se trata de su hermana Waltrute, una de las valquirias. El tema del idilio de Sigfrido se ve sustituido por el heroico de las valquirias, aunque aquí suena acompañado por la fatalidad En un largo parlamento, la valquiria vuelve a relatamos lo que ya sabemos por las Nornas, pero con dos detalles: Wotan, a pesar de su fatalismo y quietud, encaramado a su trono y absolutamente silencioso, empuñando los trozoz de la lanza, envía constantemente a sus cuervos a la tierra, ¿qué espera que le digan?. En un momento de debilidad ante las lágrimas de Waltrute, exclamó ¡Si a las hijas del profundo Rhin les devolviera ella el anillo de/ peso de la maldición fueran liberados el dios y el mundo! Pero Brunilda se niega a ello: el anillo es la prenda de amor de Sigfrido y no está dispuesta a desprenderse de ella. Enajenada por el amor del héroe, le trae sin cuidado el futuro de los dioses y del mundo. Waltrute, dolorida, parte hacia el Walhala. La música ha acompañado los dos monólogos, caracterizando a Brunilda con el amor y a Waltrute con la épica. La negativa de Brunilda, subrayado por un fortísimo en la orquesta, es terrible y se acompaña con el TEMA DE ALBERICO, omnipresente a través de su maldición Se oye el cuerno de Sigfrido y Brunilda se precipita a recibirlo pero, con espanto, no ve al héroe amado, sino a otro desconocido: es Sigfrido, pero bajo la apariencia de Gunther, gracias a la malla mágica. Las intenciones del falso Gunther son claras: ¡en tu aposento tienes que desposarteme! La llegada de Sigfrido se anuncia con un crepitar del fuego, seguido del tema heroico -premoritoriamente acompañado por la maldición- y del alarido de Brunilda. Una caricatura del tema Guibichungo acompaña el entrecortado y antinatural canto del falso Gunther. Aterrorizada, Brunilda intenta protegerse con el anillo, pero el “desconocido” se lo arranca con extremada violencia -j,cómo puede el anillo obrar contra su legítimo dueño?- Derrotada, Brunilda, se dirige al aposento. Sigfrido, enarbolando Nothung, pone a la espada por testigo que en esa noche no tocará a la novia: Ahora, Nothung, testimonia que solicité castamente ¡Guardando la fidelidad al hermano sepárame de su novia! Brunilda recupera parte de su antigua fiereza y el tema de las valquirias resuena, pero es derrotado por el de Hagen y los nibelungos, verdaderos protagonistas de la escena. Sigfrido sólo recupera su voz natural en la última estrofa, cuando invoca a Nothung. La escena acaba bruscamente.

ACTO SEGUNDO

Espacio ribereño ante la sala de los Guíbichungos

ESCENA PRIMERA

Una escena fantasmagórica. El preludio nos introduce en la oscuridad de la escena. La cuerda baja rememora a Hagen En plena noche e iluminados por la luna, Hagen mantiene un soñado dialogo con, en sus palabras, “perverso elfo “, con su padre Alberico. Este, tras resumirle la historia del anillo y la impotencia de su maldición ante Sigfrido, pues éste desconoce su poder, conjura al hijo ... eduqué a Hagen en tenaz odio: ¡él debe vengarme ahora, conseguir el anillo, para burlar al welsungo y a Wotan! ¿Me lo juras, Hagen, hijo mío? “Obtendré el anillo / ¡aguarda tranquilo!” le responde el adormilado Hagen. La música contrasta la contenida violencia de Alberico y la calma siniestra de Hagen. Las estrofas de Alberico terminan siempre con el mismo verso: ¿Me lo juras, Hagen, hijo mío?

ESCENA SEGUNDA

Hagen se sobresalta con la llegada de Sigfrido. Entra también Gutrune y el héroe cuenta a ambos el éxito de su misión y como, ya intercambiado con Gunther, acompaña éste a la novia en la barcaza que, navegando por el Rhin, se acerca al palacio. La escena, breve, se opone a la anterior: la luz del día la inunda así como la inconsciente alegría de Sigfrido.

ESCENA TERCERA

Hagen, haciendo sonar su cuerno y con impresionante vozarrón, convoca a los vasallos para que reciban a su señor, gran algarabía y, por primera vez en el drama, un coro inunda la escena. Estamos, definitivamente, en el mundo de los hombres. Todos festejan la nueva, se asombran del buen humor de Hagen, eternamente taciturno, y saludan con vítores la llegada de la pareja. Se trata de un espectacular fragmento, en donde los siniestros toques de Hagen contrastan con la baraunda de los hombres de armas, acompañados de timbales y trompetería Cuando Gunther le presenta a Brunilda la “feliz pareja” Sigfrido-Gutruna y esta, una vez pasado el paralizante asombro, reconoce el anillo en el dedo de Sigfrido estalla: ¡Ah! Este fue el que me arrebató el anillo ¡Sigfrido, el embustero ladrón! La música, que ya había introducido levemente un nuevo tema -LA VENGANZA DE BRUNILDA- se interrumpe bruscamente en tremendos silencios rasgados por los temas fatídicos. Gran confusión entre los presentes, el héroe mantiene que lo obtuvo del Dragón y Brunilda le acusa de traición en un nuevo y feroz estallido de ira, y ante los ruegos de Gunther para que se calme, la hija de Wotan le escupe su deshonor: ¡Aparta lejos, traidor! ¡Traicionado por ti mismo! Sabed, pues, todos: ¡no a él -señala a Gunther¬- al hombre allí -señala a Sigfrido- estoy desposada! ........................... Me arrancó placer y amor El tema de la venganza de Brunilda se une con los de Alberico y Hagen, caracterizando el desarrollo de la acción. Ante el tumulto que se forma, Sigfrido jura ante la lanza de Hagen su inocencia... pero también lo hace Brunilda. Sigfrido ha recuperado sus tonos heroicos -espada-, pero al jurar, la música que le acompaña es el de la VENGANZA DE BRUNILDA, pues está jurando sobre la lanza que le ha de matar. El juramento de Brunilda es el de una valquiria: suenan sus temas heroicos La confusión es grande. Sigfrido sale del atolladero achacando a los nervios de Brunilda su actitud y le ruega a Gunther que la calme. Dirigiéndose a los presentes, y ante su estupefacción, les invita a celebrar las dobles bodas. El dulce tema de Gutruna resuelve musicalmente la transición

ESCENA QUINTA

Salen todos arrastrados por el ejemplo de Sigfrido. Atrás quedan en escena Gunther, que se cubre el rostro completamente abochornado. Brunilda, transida de dolor, observa como se alejan Sigfrido y Gutruna. Hagen les observa, y no tarda en ofrecer “sus servicios” a la despechada Brunilda ¡Confía en mí, mujer engañada! Te vengaré en quien te traicionó... en Sigfrido, que te engañó Brunilda no cree que Hagen sea enemigo para Sigfrido, ella misma lo protegió contra las heridas pero... no protegió la espalda pues estaba convencida que el héroe jamás la daría en el combate. Brunilda no puede recordar al héroe sin que los temas amorosos acompañen su doloroso y melancólico canto. Cuando le descubre a Hagen la vulnerabilidad de Sigfrido, se produce una interrupción y, repentinamente, fiero y tajante, renace el tema de la venganza. Allí le clavará Hagen la lanza. Llaman al cabizbajo Gunther y juntos se conjuran para matar a Sigfrido en una cacería que organizarán para el día siguiente. Los escrúpulos de Gunther son vencidos por Hagen, que le promete el anillo. Hagen y Gunther hablan en voz baja. El primero aún tiene un recuerdo para Gutrune, tan pronto viuda En la invocación a los dioses, Hagen la hace al “señor de los nibelungos” a Alberico. La música que acompaña al juramento es intencionadamente confusa, cada juramentado invoca una razón e incluso a distintos dioses. Irrumpe en escena el cortejo nupcial, todos se unen a él con mal disimulado pesar. La brillantez de la breve marcha nupcial se oscurece con los trompetazos de Hagen

ACTO TERCERO

ESCENA PRIMERA

En la profundidad del bosque, a las orillas del Rhin Las hijas del Rhin reaparecen en la postrer jornada del drama. No olvidan su oro. Los sonidos de los cuernos de caza de Sigfrido y Hagen dan paso, por unos instantes, al TEMA DEL RHIN que oímos al inicio de la obra para derivar en el CANTO DE LAS ONDINAS. Aparece Sigfrido en persecución de un jabalí herido, asombrado ante las ondinas que chapotean en el río, estas le piden el anillo con zalamerias, pero el se lo niega. El tono juguetón nos vuelve a recordar la primera escena de la tetralogía. Sin embargo, cuando le piden el anillo, resuena el tema luminoso en las trompetas Cambia el tono de las ondinas y le predicen, grave y solemnemente, su muerte si no se deshace del anillo. Reaparecen los pactos, la maldición y Hagen Sigfrido, fanfarrón, vuelve a negarselo ¡Astutas mujeres, dejadlo estar! ¡Si apenas fio en vuestras lisonjas vuestras amenazas aún me asustan menos! Las ondinas desesperan y expresan, acertadamente, la mancillada honra del héroe, que él cree tan inmaculada, anunciándole su próxima muerte: Dejemos al loco ¡Tan sabio y fuerte se cree el héroe, como ciego y atado está en realidad! ¡Juramento hizo y no lo respeta! ¡Runas sabe –las que le enseñó Brunilda- y no las adivina! Un bien supremo le fue concedido: que lo ha rechazado no lo sabe -Brunilda/amor- ¬¡Sólo el anillo, que le servirá para la muerte sólo quiere conservar la sortija! ¡Adiós, Sigfrido! Y le anuncián quién le sucederá en la posesión del anillo: Brunilda Una orgullosa mujer te heredará hoy mismo... Las palabras de las ondinas parecen leves, acompañadas de un ritmo nervioso, que acaba diluyendose en su TEMA Al memo de Sigfrido sólo se le ocurre hacer algún comentario machista sobre las mujeres, ya sean terrestres o acuáticas. Se oyen los cuernos de caza y el grito de Hagen.

ESCENA SEGUNDA

Llegan Hagen y Gunther junto con los cazadores, descendiendo todos hacia el Rhin, donde les espera Sigfrido. Exhibición de trompetería -Hagen-Gibichungo-Sigfrido- y gritos germánicos (Hoiho!!, Hoiho!!) Se tienden los tres y el héroe les narra, sin darle mayor importancia, su encuentro con las ondinas y como éstas le han profetizado su muerte, lo que causa pavor en Gunther. Bebe del cuerno que le ofrece Hagen, -antídoto que le hará recuperar la memoria- e, interrogado por éste, va desgranando su historia: su vida con Mime, como mató el dragón, tomando anillo y yelmo del tesoro guardado por la bestia. El canto del pajarillo opera como “estribillo” de la narración, que se va apoyando en los distintos temas Narra la muerte del enano a sus manos -muerte muy celebrada por el sombrío Hagen- y como conquistó el amor de Brunilda ¡oh, cómo me estrecharon allí, ardientes, los bellos brazos de Brunilda! Gunther da un salto. Los cuervos de Wotan, sobrevuelan la escena, Sigfrido se levanta para verlos. Hagen le asesta una lanzada por la espalda, el héroe intenta golpearle con el escudo, pero se derrumba y cae herido de muerte. A la pregunta fatal de Hagen le sigue una suspensión en la música y la ingenua contestación de Sigfrido, apoyada en el canto del pajarillo, se interrumpe con el estupor aparente de Hagen. Sigfrido desgrana temas amorosos, Gunther salta y Hagen, en un fortísmo de metales, asesta el golpe asesino. Con fuerza se oye el TEMA DE LA MUERTE DE SIGFRIDO: Dos pares de golpes de timbal y una cascada de violoncelos. Todos quedan espantados pues, menos Gunther, nadie adivina la razón de la acción de Hagen. El desesperado canto del moribundo a su amada Brunilda hace entender a los hombres y, por una vez, Sigfrido es consciente de la realidad y alcanza el verdadero y consciente heroísmo, el que sólo su padre alcanzó. Los arpégios de las arpas y, luego, los violines en su cuerda másaguda, inician el último recitado de Sigfrido. Los temas heroicos y amorosos se funden como una especie de síntesis grandiosa del héroe Los hombres recogen el cuerpo del héroe y se inicia la procesión hacia el palacio. El más impresionante de los interludios sinfónicos: “LA MARCHA FUNEBRE. Fúnebre y triunfal, pues se trata de una especie de elogio póstumo. Una progresión continua, que pasa por la referencia a los Walsungos, desemboca en un dimax gigantesco sobre el tema de Sigfrido, expuesto primero por las trompas y luego por las trompetas. A partir de ahí, una brillante antifonía de metales reelabora con grandiosidad los temas heroicos. La música se calma, punteada por el ritmo entrecortado del tema de la muerte, los temas heroicos suenan lejanos, y una modulación de violines nos introduce en la siguiente escena.

ESCENA TERCERA

Sala del palacio de los Guibichungos Gutrune se impacienta por la tardanza de los cazadores, Hagen, brutalmente, le anuncia que un jabalí ha matado a Sigfrido, la mujer se arroja sobre el cadáver y se desmaya, la escena es de transido dolor. Rabiosa, Gutruna acusa a su hermano de ser el asesino, pero Gunther descarga en Hagen. Este, tan legal y asesino como Hunding, exclama ¡Pues, sfí!¡Yo le he matado! ¡Yo, Hagen, le dí muerte! Estaba destinado a mi lanza sobre la que dijo perjurio. El sagrado derecho al botín he conseguido ahora para mí: ¡por eso exijo aquí este anillo! Hagen domina esta primera parte, con sus sonidos lúgubres y tajantes Gunther se interpone, pero es abatido por las espada de Hagen, cuando éste va a arrancarle el anillo a Sigfrido, su brazo se levanta amenazadoramente y aparece, solemne, Brunilda. La muerte de Gunther no merece mayor comentario musical, inmediatamente aparece Brunilda, revestida de magestad Todos se apartan del cadáver. La hija de Wotan le hace ver a Gutrune el verdadero culpable de la doble muerte de esposo y hermano: Hagen. La mujer se derrumba sobre el cuerpo del hermano y Brunilda, imperiosa, manda a los hombres que acumulen una gran pira para incinerar al héroe, y recuerda su virtud y su pecado ¡El más puro era él el que me traicionó! ............................... ... todos los juramentos, todos los pactos, el más fiel amor, ¡nadie los traicionó como él! ¿Sabéis cómo llegó a ser así? increpa a los dioses y, cogiendo el anillo del dedo sin vida de Sigfrido, les anuncia a las ondinas que pueden recogerlo de las cenizas de la pira, purificado por el fuego, pero esta acción, que restablece el orden roto por Wotan, no salvará a los dioses de su ocaso: así lo quiere Brunilda que los maldice: ¡Así arrojo la antorcha en la magnífica fortaleza! El postrer recitativo de Brunilda condensa toda la tetralogía, son pocos los temas que no son llamados a acompañar a la valquiria, pues como tal muere al lanzarse a caballo sobre la pira. Encendida la fúnebre pira, Brunilda monta en Grane y se arroja al fuego. Las llamas inundan todo el escenario provocando el pánico de los hombres. De repente se apaga: el Rhin se abalanza a recuperar su oro, Hagen, desesperado se lanza a las aguas, pero allí es ahogado por dos de las ondinas, mientras la tercera levanta, triunfalmente, el anillo. Los hombres van ocupando la escena, aún atemorizados, ven en el cielo un resplandor ígneo cada vez más intenso: el Walhalla se desploma ardiendo, es el ocaso de los dioses. El fuego-LOGE silba y chisporrotea, con el tema de SIGFRIDO en su versión más exultante y al grito de las VALQUIRIAS, Brunilda se precipita montada a la pira. El fuego adquiere más intensidad, apagándose en un sonar de olas: El Rhin se desborda y las ondinas, nadando en él, se acercan. Por última vez oímos la MALDICION -y las últimas palabras de Hagen- pero esta se interrumpe bruscamente cuando el anillo es recuperado, se oye ahora el tema inicial de las HIJAS DEL RHIN. Pronto se combina con el WALHALLA (metal), EL AMOR y el RHIN, que se desliza hacia el fondo en ondulaciones de cuerdas y arpas. Se impone la visión del WALHALLA que en su climax estalla contra el de SIGFRIDO, derrumbándose todo con fragor de catástrofe alrededor del tema del OCASO. Un suspiro de violines abre una melodía apenas apuntada -AMOR- que deviene en una majestuosa cadencia sostenida.

4.2. Comentarios

4.2.1. El ocaso de los dioses y el surgir de los hombres

Con la última jornada desaparecen de la tierra todas las estirpes divinas o semidivinas: tanto Sigfrido, como Brunilda y Hagen mueren sin descendencia. Los hombres ocupan, en el último cuadro, todo el escenario: no cantan, pero Wagner quiso que con su visión como únicos habitantes del mundo, se cerrase el drama. El poder de los dioses se ha sido pudriendo por los delitos de los propios dioses. La lanza se rompió, pero también el hilo que teje el destino. No hay leyes eternas, el destino “no puede saber” lo que va a pasar y su expresión mítica, Erda-Nornas, se hunden en la impotencia. Wotan sólo espera que una casualidad, algo que no esta sujeto a su voluntad, ni a las leyes, ni al destino -un acto libre de Sigfrido- salve a los dioses. Por eso no actúa, pero envía a sus cuervos. Sigfrido paga un alto precio por su estúpida ignorancia: en contacto por primera vez con la “civilización” cae en todas las trampas que le tienden los Guibichungos. La pócima simboliza el poder corruptor de esa civilización ante el “noble salvaje”, que pronto “olvida” su vida pasada y se zambulle en la nueva sin hacer preguntas. Aún podría salvar a los dioses, pero nada sabe, y les niega el anillo -vulgar trofeo para él- a las Hijas del Rhin. La contestación de estas lo define. Wotan ha fracasado, y lo sabe de antes: no puede dirigir un héroe pero, si le niega cualquier enseñanza, este héroe sólo casualmente cumplirá con los deseos de Wotan y, revestido de fuerza, será dañino para los que lo rodean. Sólo con la muerte, Sigfrido alcanza la altura moral de su padre. Brunilda es fuerte y sabia, pero está enamorada, apasionadamente enamorada de Sigfrido y eso la lleva a negarle el anillo a Waltrute, a pesar de conocer perfectamente su valor, y a ser cómplice en el asesinato de Sigfrido: el amor-pasión está a un paso del odio. Se le ha querido ver como la redentora del mundo, al librar a éste de los dioses, pero su acción es ambigua: su inmolación, que conlleva la de su padre, más parece una continuación de su venganza que un acto de amor. Hagen es la prolongación de Alberico, y actúa como actuaría él. Le acompaña la ambición y la perfidia, de la que contamina a la casa de los nobles Guibichungos. Más ambigüedad, los hombres, los herederos del mundo, se rigen por (el) altivo esplendor la engañosa atadura de turbios pactos, la dura ley de hipócritas costumbres Esto es, la ley de los dioses -tal y como Wagner la recogió en un manuscrito regalado a su protector Luis II- ley, que tal y como le fue a Wagner en su vida terrena- pervivía en su época. Y en la nuestra. Wagner se limita a dejar solos a los hombres ante un destino sin escribir -sin dioses, sin leyes, sin héroes- y un aliento de esperanza resuena en la música, pero nada de lo que ha pasado, incluidas las acciones de los hombres, hace pensar que estos vayan a ser mejores que los dioses: Una tradición opresiva -las carcomidas y caducas “leyes naturales”- lastran su futuro.

3.3.2. Glosario de símbolos

CUERDA DE LAS RUNAS Es la cuerda de la Ley Primordial, que las Nornas tejen incansablemente, conociendo el pasado, el presente y el futuro. Pero este destino de la mitología germánica sólo lo es por la eficacia de las Leyes, que permiten a las videntes adivinar el futuro. Trastocado el orden divino, el destino, la fatalidad, desaparece con la rotura de la cuerda.

FILTRO DEL OLVIDO Por su acción, Sigfrido olvida a la “única” mujer por la primera que se le presenta. Simboliza el poder corruptor de la sociedad, que nos hace olvidar nuestro “ser”

FRESNO DEL MUNDO Arbol mítico, símbolo del principio vital masculino. De sus raíces mana el manantial del principio femenino. Wotan le arrancó una rama para fabricarse la lanza, saltándose un ojo. El árbol se seca y muere, la voluntad de los dioses sustituye al puro estado natural. Sin embargo, cuando Wotan abdica y prevé el ocaso, lo manda talar y cortar, amontonando su leña en la sala del Walhalla. Su leña será la pira en la que perezcan los dioses.

LANZA DE HAGEN Réplica de la de Wotan, representa la degradación de la Ley en el mundo de los hombres.

DRAMATIS PERSONAE LOS DIOSES

WOTAN Dios Supremo. Bebió en la fuente primigenia perdiendo un ojo y con su lanza arrancada al Fresno del Mundo, donde están grabadas las Leyes Eternas, domina el mundo a través de ellas. Casado con Fricka, le es repetidamente infiel: con Erda engendra las Valquirias; con una mujer, los mellizos Sigmundo y Siglinda

FRICKÁ Esposa de Wotan, diosa guardiana del vínculo matrimonial, de la tradición y las costumbres

LOGE Espiritu del Fuego, astuto, servil con el poder, es mitad dios mitad nibelungo. En el prólogo no quiere seguir a los dioses al Walhalla, convencido de su fin. Convertido en fuego, él será el instrumento de su destrucción.

ERDA Naturaleza, diosa de la tierra. Duerme en sus entrañas y sueña el destino del mundo. Sus hijas son las Nornas DONNER Thor, dios de la tormenta y de la fuerza FREIÁ Diosa de la juventud, de la belleza y del amor. Cultiva las manzanas de oro que hacen eternamente jóvenes a los dioses. FROH Dios solar del amor y de la belleza

 LAS RAZAS MITICAS LAS HIJAS DEL RHIN Woglinde (la encantadora de las ondas), Wellgunde (la luchadora de las ondas) y Flosshinde (la luchadora del rio) , son las tres hijas del padre Rhin, ondinas, espíritus de las aguas. Como las Nornas, son voces de la naturaleza.

LAS NORNAS Parcas, emanaciones de Erda, tejen el pasado, el presente y el futuro durante el sueño de Erda.

LAS VALQUIRIAS Vírgenes guerreras, hijas de Wotan y Erda. Transportan en la grupa de sus caballos alados a los héroes caídos en batalla, dignos de hacer compañía a los dioses en el Walhalla. Brunilda y Waltrute destacan de las demás. Brunilda desobedece a su padre protegiendo a los Walsungos y es castigada convirtiéndose en mortal.

LOS GIGANTES Fasolt y Fafner, los habitantes y dominadores más antiguos de la superficie de la tierra. Raza que se extingue con sus dos últimos hermanos: Fafner prefiere el oro a la mujer -Freia-, mata a su hermano y se transforma en Dragón, para así proteger mejor el tesoro que para nada le sirve.

LOS NIBELUNGOS “Hijos de la niebla”, gnomos, enanos. Habitan las entrañas de la tierra y nacieron del cuerpo putrefacto de un dios pre-mítico (el gigante Imer). Son herreros y orfebres. Lugar destacado en la tetralogía ocupan Alberico, primer ladrón del anillo y fugaz señor de los nibelungos, y su hermano Mime.

LAS ESTIRPES SEMIDIVINAS LOS HEROES Los Walsungos, los descendientes de Walse (El elgido, nombre de Wotan en la tierra), los mellizos Sigmundo (Protección Victoriosa) y Siglinda (Encantadora de la Victoria), de cuya unión incestuosa nace Sigfrido (paz victoriosa). Protegidos inicialmente por Wotan, éste ha de permitir la muerte de Sigmundo a manos de Hunding. Salvada Siglinda por Brunilda, da a luz en el bosque a Sigfrido, muriendo poco después. El niño es educado por Mime, derrota al Dragón y se une a Brunilda.

HAGEN “Espino”, hijo adulterino de Alberico y Crimilda, casada con Guibich, cabeza de la estirpe de los Guibichungos. Hermanastro ilegítimo de Gunther y Gutruna.

LOS HOMBRES HUNDING Señor y forzado esposo de Siglinda.

LOS GUIBICHUNGOS Gunther y Gutruna, hermanos, fallidos esposos de Brunilda y Sigfrido

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